Asumimos que el cineasta es cinéfilo, pero no siempre es así y quizá ocurre más en unas generaciones que en otras. Peter Bogdanovich, que ha muerto a los 82 años, era un gran director y alguien que en los ciclos que organizaba en su juventud, en sus películas, libros y documentales sobre Welles, Hawks, Ford o Buster Keaton representaba como pocos el nexo con el cine clásico estadounidense, y con una cierta conciencia del arte y la tradición. Tenía algo parecido a figuras de la 'nouvelle vague' como Truffaut y seguía la estela del crítico Andrew Sarris. Se inició en el cine con Roger Corman, tuvo una colaboración decisiva con su primera mujer, la productora, guionista y diseñadora de producción Polly Platt, y perteneció a la generación de los 70, una de las décadas más brillantes del cine estadounidense. La trayectoria de Bogdanovich es una de las más fascinantes de 'Moteros tranquilos, toros salvajes', de Peter Biskind: la importancia de su erudición cinematográfica, el éxito de sus primeras películas, su relación con Cybill Shepherd, la tragedia del asesinato de su pareja Dorothy Stratten (a manos de un ex), su matrimonio con la hermana menor de Stratten, la ruina económica tras 'Todos rieron' y una trayectoria un tanto errática a partir de los 80, con películas como 'Mask', producciones para la televisión, un documental sobre Tom Petty, interpretaciones en 'Los Soprano', libros sobre cine y apariciones en documentales.

Como director, tuvo una carrera truncada, con películas admirables: la más que curiosa 'El héroe anda suelto', la maravillosa y elegíaca 'La última película'; el homenaje 'hawksiano' '¿Qué me pasa, doctor?', la brillante 'Saint Jack'. Vuelvo a ver dos de las mejores después de su muerte: 'Todos rieron', una comedia romántica disparatada y melancólica, la última película de Audrey Hepburn; y 'Luna de papel', una 'road movie' situada en los años treinta, donde un buscavidas viaja con la hija huérfana de una examante. Es una historia picaresca que muestra una pureza imperfecta y conmovedora, con sus propias reglas, en medio de la corrupción y el desamparo. El relato de paternidad, viajes y estafadores de poca monta me hace pensar en 'Carreteras secundarias', de Ignacio Martínez de Pisón. La niña (Tatum O’Neal) le dice al buscavidas (Ryan O’Neal) que seguro que él es su padre porque tienen la misma mandíbula y leo en un artículo del 'New Yorker' que los cineastas Wes Anderson y Noah Baumbach llamaban «Pop» (Papá) a Bogdanovich.