Muy acertadamente, el rey Felipe VI no ha viajado a Nicaragua para asistir a la toma de posesión de Daniel Ortega. Se había barajado, en principio, que lo hiciera el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, pero su firme oposición al régimen de Ortega no lo ha hecho aconsejable. Finalmente, España no ha enviado a la ceremonia ninguna representación, ni siquiera la de nuestro embajador en Managua, quien ya fuera llamado a Madrid, a consultas, hace meses, sin que hasta el momento se haya considerado que debe regresar a su puesto.

Precisamente en una de nuestras sedes culturales en Managua, en la bonita y acogedora Casa de España, di unos talleres literarios justo antes del comienzo de las revueltas, por lo que tuve ocasión de relacionarme con numerosos escritores e intelectuales de primer nivel, todos ellos comprometidos con la libertad, como Gioconda Belli o Sergio Ramírez, ambos hoy en el exilio. Ya entonces, con un Daniel Ortega en su cuarto mandato y cada vez más tiránico en el poder, con sus hijos copando cargos, encomiendas, privilegios, salarios y propiedades flotaba en el ambiente el humo de una dictadura establecida sobre el nepotismo de un clan familiar.

Además de negarse a reconocer al sátrapa nicaragüense, el Gobierno español, siempre a través de Exteriores, acaba de reunirse con familiares de algunos de los casi doscientos presos políticos encarcelados por Ortega y por su diabólica mujer, Rosario Murillo, vicepresidenta del país. Entre ellos, con la esposa de uno de los candidatos que osó plantarles cara, Juan Sebastián Chamorro, sobrino de la ex presidente Violeta Chamorro. Sus allegados temen que Ortega siga la deriva de Putin, Maduro, Lukashenko y otros tiranos de su clase y mantenga a Chamorro en prisión largo tiempo, acusado de delitos imaginarios, de la misma manera que en las cárceles rusas sigue el Premio Sajarov Navalny, en las bielorrusas la directora de orquesta Maria Kolésnikova, o como Leopoldo López seguiría en las jaulas de Nicolás Maduro, de no haber huido a España.

Ni siquiera Unidas Podemos ha defendido esta vez a Daniel Ortega. Síntoma de que están evolucionando hacia una madurez que alcanzarán cuando, además, se atrevan a criticar a esta clase de sanguinarios payasos.