Esta pandemia ya nos tiene acostumbrados a que muchos términos científicos y técnicos hayan pasado a formar parte del vocabulario popular: antígenos, anticuerpos, PCR, RNA mensajero, endémico... pero por si no fuera suficiente cada cierto tiempo se crean neologismos de dudosa utilidad. Me acuerdo de la famosa desescalada, y ahora nos enfrentamos a uno nuevo: la gripalización del covid-19.

No tengo muy claro qué conceptos pretende incluir esta nueva palabra. Así que les invito a evaluar algunas posibles interpretaciones desde distintos puntos de vista.

Quizá lo que se pretende es afirmar que covid-19 ya se ha convertido en una enfermedad equivalente a la gripe o influenza desde el punto de vista clínico. Desafortunadamente eso no es así, y creo que nunca lo será. Los virus de la gripe atacan casi exclusivamente a los epitelios respiratorios produciendo una enfermedad respiratoria de gravedad variable (dependiendo de la cepa infectante y del estado inmunitario del hospedador), mientras que SARS-CoV-2 (como casi todos los coronavirus) es un patógeno que produce una infección multisistémica. En este caso la infección inicial es a nivel respiratorio, y afortunadamente la variante ómicron afecta más a epitelios ciliados de vías respiratorias altas en lugar de células epiteliales de vías bajas que producen lesiones más graves. Hasta aquí el parecido con los virus de la gripe, porque además SARS-CoV-2 es capaz de diseminarse a través de la sangre (es lo que se denomina viremia) afectando a endotelios vasculares (provocando trombosis y edemas entre otras lesiones), atacando al tejido nervioso (con secuelas a nivel neurológico) y colonizando el intestino (muchos coronavirus animales precisamente se caracterizan por gastroenteritis letales en los animales más jóvenes). Una gripe rara vez deja secuelas importantes (excepto si se producen infecciones bacterianas secundarias), pero los coronavirus son propensos a producir secuelas a medio y largo plazo.

Epidemiológicamente la gripe evoluciona siguiendo una presentación mixta, en la que se alterna una fase o canal endémico, con una frecuencia de presentación de casos sumamente baja, con un pico epidémico estacional que supone un importante aumento de la incidencia durante los meses de enero y febrero en el hemisferio norte y en julio y agosto en el hemisferio sur, mientras que en las zonas tropicales se producen casos de forma casi constante durante todo el año con una frecuencia moderada. Esta es la misma evolución temporal que siguen otros coronavirus humanos y animales, y es previsible que este comportamiento se produzca a corto-medio plazo en covid-19. De momento la aparición de distintas variantes, como delta en el verano de 2021, han frustrado que se llegue a esta presentación mixta y se produzcan brotes epidémicos fuera de la estación fría. Sin duda estamos cada vez más cerca, pero serán las curvas epidemiológicas las que nos digan cuando hemos llegado a esa situación de equilibrio.

Covidializar la gripe

Me preocupa que el término gripalización sirva para determinar que a partir de ahora el control que se va a llevar a cabo frente a covid-19 implique la aplicación de las mismas medidas preventivas que se aplican frente a la gripe, que básicamente se limitan a la promoción de una campaña de vacunación anual para determinados grupos de riesgo. Estamos desaprovechando una oportunidad de oro de covidializar el control de la gripe a través de la mejora de la calidad microbiológica del aire mejorando los sistemas de ventilación y la normalización de prácticas higiénicas sencillas como el uso voluntario de mascarillas en recintos cerrados con muchas personas o cuando alguien presenta síntomas respiratorios para reducir el contagio de sus contactos cercanos.

En el único caso en el que veo lógico gripalizar el covid-19 sería si hablamos del sistema de vigilancia epidemiológica. Hace años que la evolución de los casos de gripe (y otras infecciones respiratorias agudas, IRA) se evalúa con un sistema de médicos centinelas (un grupo representativo de médicos de atención primaria que toman muestras de sus pacientes con problemas respiratorios para determinar los patógenos involucrados y estimar la incidencia semanal de estas IRA) combinado con un registro de hospitalizaciones graves con problemas respiratorios (que permiten determinar cuáles son variantes circulantes más virulentas). En covid-19 se está llevando un registro de casos a nivel poblacional que no es sostenible a medio plazo, pero que todavía es necesario mientras no se estacionalice la covid-19. Una buena idea sería simultanear durante al menos un año ambos sistemas de registro de enfermedad (ya vamos con retraso), lo que permitiría validar la representatividad del sistema de vigilancia de IRA y redistribuir recursos y personal (médicos centinelas, laboratorios de diagnóstico, sistemas de notificación…).