Recientemente se ha remodelado la plaza de Santa Engracia. Los técnicos municipales han elaborado un proyecto, se ha sometido a los preceptivos informes de Patrimonio del Gobierno de Aragón y se han ejecutados las obras.

Sin participación ciudadana.

Los objetivos estaban claros: eliminar la circulación rodada, absolutamente inútil tal y como se encontraba, peatonalizar completamente el espacio de manera que se recuperara para el ciudadano, eliminar el fallido reloj levemente inclinado, casi horizontal, dotar de mayor relevancia al busto de Joaquín Costa, ajardinar la plaza de manera más cercana al paseante y crear el escenario más adecuado para la magnífica iglesia, además de la renovación de las infraestructuras.

Los objetivos citados vienen a resolver los problemas existentes en la plaza. Y no merece la pena relacionarlos por no ser otra cosa que los opuestos a los anteriores. No eran fáciles de resolver, por cuanto la plaza está inclinada (en tiempos había una escalera para bajar desde Independencia), la iglesia no se encuentra en el mejor de los ángulos con respecto al espacio público, se desconocían los requerimientos de Patrimonio, el valor de los restos enterrados, el arbolado a conservar, entre otras cuestiones.

Los técnicos municipales, que son los mismos con cualquier equipo de Gobierno, están muy bien preparados para plantear soluciones, porque tienen la visión completa del escenario, incluso bajo el suelo, además de estar especializados en estas tareas.

Siempre es recomendable también compaginar la visión más técnica desde la ingeniería y la más artística desde la arquitectura, de manera que el resultado sea lo más satisfactorio posible. Y en este caso, el resultado no puede decirse que sea malo. No hay más que comparar las fotografías (en internet hay muchas) del estado anterior y del actual. De hecho, solo ha recibido alguna crítica respecto a la escasez de zonas verdes. Se han cumplido los objetivos y la plaza ahora es mucho más cercana para el ciudadano, mucho más usable y la iglesia dispone de un escenario mucho más acorde a su importancia y belleza.

Pero no ha habido participación ciudadana. No se ha podido opinar sobre el proyecto, no se ha podido aportar nada.

También recientemente ha surgido otro espacio ciudadano, otra plaza, en este caso la de Salamero (o del Carbón) debido al hundimiento de la cubierta del aparcamiento subterráneo que ha obligado a su sustitución, encontrándonos con un espacio vacío al que dar forma de plaza.

En este caso, aunque los técnicos municipales llevan tiempo trabajando, se ha decidido optar por un proceso participativo muy amplio, desde el primer momento, en vacío, para que cualquier ciudadano pudiera aportar ideas, sugerencias, posibles usos, lo que quisiera en relación con el espacio vacío. Sin proyecto previo. Incluso se crearon grupos de opinión.

Una vez pasado el plazo abierto, los técnicos municipales han ofrecido un anteproyecto en el que se supone que se han incorporado algunas de las ideas aportadas, o bien ha sido realizado intentando incorporar aquellas ideas más repetidas en el proceso participativo. A la vista de los dibujos, tampoco parece que el resultado pueda considerarse malo.

Los problemas a resolver aquí son de mucho mayor calado que en la plaza de Santa Engracia. En este caso se debe tener en cuenta que no pueden existir árboles de determinado tamaño porque debajo se encuentra el aparcamiento (el problema se ha producido por las filtraciones debido al envejecimiento de la lámina impermeabilizante). También se hace necesario ampliar el escenario hasta la avenida de César Augusto (esa antigua Vía Imperial que carece de sentido actualmente, pensada y desarrollada para llegar desde el puente de Santiago hasta la Puerta del Carmen derribando el Mercado Central, y que era el único paso posible de blindados para cruzar el Ebro cuando se proyectó), el problema del tráfico rodado es difícil de resolver (colegio, entrada de aparcamiento, etc.), existe un edificio de altura desproporcionada, la iglesia de Santiago no dispone de espacio adecuado para su realce, la vegetación a plantear debería ser de las características adecuadas para que no se vuelva a repetir el problema dentro de otros 40 años, etc.

Y finalmente, parece existir intención de acometer el inicio de una denominada supermanzana, que incluiría el tejido urbano existente entre Coso, Paseo Independencia, Paseo Pamplona y Avenida de César Augusto. Una supermanzana, para entendernos, es fundamentalmente un paso más en la estrategia de restringir el tráfico rodado. Se limita el tráfico al estrictamente necesario; es decir, no sirve de paso. Solo entrarán residentes, abastecimiento de comercios, ambulancias, etc. Pero se aísla totalmente del tráfico ajeno. Esto da lugar a la «recuperación» del espacio para el ciudadano mediante el ensanchamiento de las aceras, la creación de más zonas verdes, entre otras medidas. No nos paramos a pensar, pero el espacio que se dedica al tráfico en la ciudad es enorme, dándonos cuenta cuando se elimina de las calles.

Estas supermanzanas, de las que Barcelona ha sido pionera, ya se están cuestionando debido a que se han agudizado otros problemas, como el de la ocupación generalizada del espacio urbano por terrazas y el consiguiente aumento de las molestias a los residentes.

Esta idea se amplía todavía más y se pretende crear unos corredores verdes, unos paseos ciudadanos libres de tráfico que unan espacios libres (como plazas) y parques. Idea loable y deseable, pero complicada de ejecutar.

Veremos cómo solucionan los técnicos municipales los problemas detectados, pero a la vista de los bocetos iniciales, parece que el tráfico rodado se restringe, se traslada el acceso al aparcamiento, se introducen elementos verdes adecuados a su ubicación, se interviene en un espacio de mayores dimensiones que la actual plaza para crear el marco mas adecuado posible a la iglesia, etc.

Lo que no conocemos es la traducción del ejercicio participativo al proyecto definitivo. Es de esperar que se explique adecuadamente, de manera que no exista frustración entre los ciudadanos que han participado. Porque quizá el procedimiento no ha sido el habitual. Los procesos participativos suelen partir de una idea, de un boceto, de unas directrices, de un anteproyecto, de manera que se pueda opinar sobre algo concreto y se pueda mejorar. Y esa participación debe tener obligatoriamente un retorno, esto es, una contestación individualizada en la que se incorpora o se rechaza la aportación de una manera razonada.

El resultado está por ver, pero un proyecto en el que la ciudadanía ha aportado su visión (muchas veces contradictoria) necesariamente debe obtener mejores resultados que cuando no se le da la oportunidad.

Dos plazas, dos sistemas. El de la plaza de Santa Engracia no ha producido un mal resultado. El de la plaza de Salamero debería producirlo mucho mejor. Esperemos que así sea.