Se puede ver estos días en Zaragoza una magnífica exposición dedicada a Picasso, repartida entre el Museo Goya y la sala de exposiciones del Patio de la Infanta, que, compuesta por 130 obras del artista, lleva por título Picasso, diario íntimo, y que viene a los actos de celebración del 275º aniversario de Goya, considerado uno de los grandes referentes de Picasso.

La parte fundamental de la muestra está compuesta por los cien grabados de la famosa Suite Vollard o Serie Vollard, considerada la serie de grabados más importantes del Arte Moderno, realizados por Picasso en los años 30 y dedicados a su marchante y editor Ambroise Vollard.

Una parte de la serie es la llamada Batalla del Amor donde el pintor representa varias escenas de violaciones, presididas por el desorden y el caos. Por si tuviéramos alguna duda acerca de la temática representada en esos grabados, los títulos que el artista les puso nos lo dejan claro: Violación, Violación bajo la ventana, Violación II, Violación IV, Violación V y Violación VII.

Picasso nos muestra en estos grabados que la violación es la batalla del amor y convierte la agresión en erotismo, el dolor en placer, la humillación en romance y la perversión en amor.

Nos manifiesta que la violencia contra las mujeres es algo bello, estético y placentero, como si la violación fuese un acto de amor y no de violencia.

En esto consiste la cultura de la violación que en los últimos años se ha puesto sobre la mesa y que comprende un conjunto de ideas y patrones de comportamiento que legitiman y naturalizan el abuso sexual y la misma violación. El arte también forma parte de esta cultura de la violación pues lleva siglos generando este tipo de narrativas, tales como los raptos-violaciones mitológicas, que son culpables de haber naturalizado las violaciones, al embellecerlas y cargarlas de erotismo.

Pero no solo Picasso, sino que también los propios museos y galerías actuales, se convierten en cómplices de la cultura de la violación, al mostrar estas obras artísticas de violaciones, naturalizándolas y legitimándolas, como en la muestra actual de Zaragoza, donde se dice que el enamoramiento y la pulsión sexual de Picasso por su amante del momento, le lleva a hacer estos grabados, sin realizar ninguna crítica hacia la violencia contra las mujeres que se desprende de ellos.

La violación no es amor, es violencia machista que combatir, también en el Arte.