El problema de las comparaciones personales no es que sean odiosas, sino que son equivocadas. Somos seres únicos en una misma sociedad. Vivimos como si fuéramos iguales, en niveles sociales distintos a los que intentamos asaltar escalando posiciones. Otros se contentan con no bajar de nivel. Aunque el truco de los poderosos consiste en subir el suyo bajando el de todos los demás. La mezcla particular de genética y ambiente nos convierte en sujetos exclusivos.

Comparar

Algunos se creen tanto su particularidad que se convierten en seres excluyentes. No podemos comparar peras con manzanas, al igual que no podemos cotejar un humano con otro. No tiene sentido. Y sin embargo es lo que hacemos cada día con la familia, los amigos, en la valoración para acceder a un trabajo, en los estudios o en el deporte. Todo es mensurable, pero al mensurar todo con la misma medida, el error es inevitable. En psicología necesitamos medir. Utilizamos los test para conocer el cociente intelectual y saber la puntuación en diversas escalas con las que diagnosticamos a nuestros pacientes. Comparamos con medias de grupo para saber si alguien sobresale más o menos. Pero sería un error decir que una persona es más o menos inteligente que otra.

Una persona será más alta o baja que la que tiene al lado. Pero para la correcta valoración de su altura necesitamos saber si con su herencia, su desarrollo fisiológico, sus hábitos y su correcta alimentación ha alcanzado la excelencia de su propio crecimiento. Con nuestro cerebro pasa lo mismo. El encéfalo, en proporción al tamaño de nuestro cuerpo, nos permite desarrollar una inteligencia que ha ido creciendo, desde que nos distanciamos de los chimpancés hasta que llegamos al homo sapiens.

Crecemos comparando y siendo comparados. Siempre había un niño más repelente, que sabía más que yo, con el que era imposible competir en sobresalientes y que era el ejemplo que debía seguir, según mi padre. No le guardo ningún rencor. Me refiero a mi papá, porque el resabidillo de los cajones, llenos de libros, que tenga cuidado no le vaya a caer encima el meteorito 2009 FJ1 el próximo 6 de mayo.

A lo que iba. Si queremos hacer buenas comparaciones no hagamos generalizaciones. Ni en cantidad ni en calidad. Contemplemos a cada persona como una obra única de la naturaleza. Con sus defectos y sus virtudes. Sus problemas son los más importantes del mundo no porque sean mayores o menores que los de los demás, sino porque son los suyos. Y merecen la misma atención. El apoyo profesional en la atención psicológica no valora la magnitud de los conflictos sino el sufrimiento individual.

Comparamos para comprar y compramos para compararnos. Por algo la raíz etimológica de estas dos palabras es similar. En plenas rebajas, observamos compras compulsivas. Hasta los objetos y documentos se compulsan, compulsivamente, por notarios y autoridades competentes (recuerdo que el resabiado de mi clase quería ser notario, ¿dónde andará ahora el muy...? perdón). Pero los auténticos compulsivos somos nosotros, con esos comportamientos que tan bien nos han enseñado. Así, hemos llegado a la simbiosis consumista perfecta. Ya no comparamos y luego compramos.

Ahora, directamente compraramos. Es un comportamiento adictivo, por eficaz, rápido y que necesita una nueva y rápida estimulación cada cierto tiempo. Lo mismo que les pasa a las ratas de laboratorio y a los que trabajan en los laboratorios llenos de ratas. Menuda rata el que quería ser notario, ¿ceporro vendrá de cepo? Disculpen mi compulsividad.

La actualidad es tan comparable como la de la semana pasada. El milagro político sigue siendo la multiplicación de las carnes y los PCEs de Garzón, como si no hubiera noticias de interés para disfrutar de una dieta equilibrada. Los milagros de verdad los mantienen los profesionales sanitarios desde un sistema público ejemplar, pero que necesita vitaminas presupuestarias. Ande o no ande, endemia grande.

La enseñanza y el mundo del trabajo se resienten en su salud porque están por debajo de sus necesidades. Un tema que se debe abordar, de manera común, entre la Administración, los empresarios y los sindicatos. La reforma laboral acordada por todos los agentes sociales es un ejemplo de diálogo constructivo, de país como destaca Pedro Sánchez, frente a la voladura descontrolada de Casado para sumar mayoría con la ultraderecha. El dirigente popular ha decidido que Castilla y León sea su Polonia particular. Pero quizás se encuentre en el Stalingrado de la meseta vaciada.