Últimamente, los políticos de uno y otro lugar o signo le han cogido el gustillo al recurso de pedir perdón y se pasan el día poniéndolo en práctica. Con buenos resultados, hay que decir, pues el pueblo, en su infinita bondad, les disculpa, volviendo a creer en su arrepentimiento y propósito de la enmienda, y a concederles carta de confianza dejándose de nuevo gobernar por ellos, por sus perdonados presidentes, ministros o reyes.

Así, verbigracia, Boris Johnson acaba de pedir perdón a los británicos por organizar una fiesta cada fin de semana de pandemia en su residencia oficial. ¿Le perdonarán los ingleses? De momento, hay dudas. ¿Se ha planteado Johnson dimitir? No parece. ¿Por qué iba a hacerlo? ¿Acaso hay precedentes? ¿Alguien, después de pedir perdón a su pueblo, como él acaba de hacer, ha dimitido? ¿Verdad que no?

Así también, los reyes de Bélgica, Felipe y Matilde, se vieron en la necesidad de rogar el perdón de sus súbditos cuando, durante las últimas inundaciones que sufriera su país, fueron sorprendidos estirando sus vacaciones en un lujoso resort caribeño. Mientras las embarradas aguas de las riadas cubrían media Bélgica, ellos tomaban las del spa. El pueblo belga aceptó sus disculpas, por lo que sus monarcas, naturalmente, han seguido reinando.

Así igualmente, el entonces rey de España, Juan Carlos I, pidió perdón a los españoles cuando fue sorprendido en Bostwana cazando elefantes en otro resort. «He cometido un error. Lo siento mucho, no volverá a ocurrir», se derrumbó en público. Pero, como ni su comportamiento ni su imagen mejoraron después, tuvo que renunciar a la Corona en beneficio de su hijo, quien, por el momento, no ha tenido que pedir perdón.

En los últimos años, numerosos políticos españoles han tenido que pedir públicamente perdón por haber mentido en la obtención de sus títulos universitarios o profesionales; por haber evadido impuestos o dejado de pagar a sus asistentes personales, secretarios, empleadas de hogar; por haber robado en supermercados o haberse colado en las listas de vacunación... Ninguno ha dimitido voluntariamente por ello; si dejaron sus cargos, fue por una sentencia judicial o por un expediente disciplinario de su partido. Moraleja: pide perdón y continúa pecando.