La resolución del Tribunal Supremo australiano de retirar el visado a Novak Djokovic y la consecuente decisión del Gobierno de Canberra, deportándole del país, no son sino la conclusión lógica de un caso resuelto de antemano en base a las normas vigentes: ningún deportista no vacunado podrá participar en competición australiana alguna.

A partir de ahí, la obstinación del tenista serbio por disputar el Open de Melbourne sin estar vacunado carecía de la menor argumentación o razón. A pesar de lo cual, Djokovic se empeñó en desafiar a las autoridades y disputar el torneo.

Una vez descalificado y expulsado de Australia, Novak corre el riesgo, voluntaria o involuntariamente, de convertirse en un icono de los negacionistas. De su actitud dependerá que levante esa bandera o que, por el contrario, admita que su empecinamiento no fue sino fruto de errores propios o de erróneos consejos ajenos.

El 'caso Djokovic' pone en evidencia que la adulteración del deporte por la política produce efectos altamente nocivos

Conociéndose, sin embargo, su personalidad, su mal perder, extrema competitividad, prepotencia y aura mesiánica, nada extrañaría que pronto se pusiera a jugar otro partido contra la opinión pública y médica favorable a la vacunación universal, empeñándose en ganar algún set contra el criterio arbitral de la mayoría de los gobiernos e instituciones comprometidas con los beneficios de la salud.

De seguir ese camino, equivocándose de nuevo, Djokovic causaría un daño colateral a todos aquellos seguidores suyos que, de venerarlo como deportista, pasarían a defenderlo como prescriptor de un mensaje contrario a la protección de las vacunas; y, en consecuencia, a seguir rebelándose con renovadas razones contra las normas sanitarias que han conseguido frenar la pandemia.

El 'caso Djokovic' pone en evidencia, una vez más, que la adulteración del deporte por la política produce efectos altamente nocivos en numerosos individuos. Utilizar un foco universal, como el del campeón serbio, para lanzar un mensaje que nada tiene que ver, en este caso, con una pelota del tenis y mucho con los pelotazos lanzados por los negacionistas antivacunas, no parece el mejor modo para ganarle el partido al covid 19 y a sus muy peligrosos replicantes.

Los demás tenistas de élite han contestado ya con total claridad a Novak: hay que vacunarse. Si no quiere entenderlo, será (es) su problema.