La recuperación económica, que tan bien pintaba, o nos pintaban, hace solo unos pocos meses, y en la que coincidían sabios y gurús, parece se está complicando por el aumento de los precios de los combustibles, por la inflación generalizada y por el súbito frenazo a las expectativas de crecimiento de países que, como España, ya no tienen tan claro que 2022 vaya a ser el año de su recuperación.

Desde las altas instancias económicas, concretamente en el seno de la línea más dura del Fondo Monetario Internacional —la de sus llamados halcones—, se nos advierte que la transición energética hacia las nuevas energías no contaminantes está provocando una inflación verde.

Su análisis y pronóstico divide a las autoridades del FMI. Por un lado, hay expertos que creen que los fenómenos alcistas son pasajeros; por otro, los más pesimistas advierten que los nuevos costes energéticos y la inflación de numerosas gamas de productos, incluidos muchos de primera necesidad, se va a convertir en una constante estable a partir de ya mismo, sin que los precios, ni de los combustibles ni de esas manufacturas básicas para las subsistencias familiares, vuelvan a bajar.

A este sombrío panorama hay que añadir, y sigo citando fuentes del Fondo Monetario Internacional, el temor a la aparición de nuevas olas o variantes del coronavirus. Algo que no solo no se descarta, sino que dan prácticamente por hecho las autoridades económicas reunidas en prestigiosos foros, como Davos. De ser así, cada cepa o epidemia supondría una nueva congelación de los factores correctores o dinamizadores de la economía mundial, retrasando una y otra vez las condiciones e índices de recuperación en Europa y, por lógica, las de nuestro país.

Finalmente, otro de los factores que tampoco parece vaya a contribuir a relanzar la actividad económica puede ser la presión sobre la deuda acumulada por los países europeos más desarrollados, superior a los 22 billones de euros, así como la subida de los tipos de interés del dólar, alza que, lógicamente, afectará a las economías más modestas del segundo, tercer y cuarto mundos.

En definitiva, que nos espera un año, si no del todo malo, sí bastante peor de lo que esperábamos.