La covid suele cursar en los niños sin desviarse de su modalidad menos peligrosa, lo que no es óbice para que sea origen de graves consecuencias en el seno familiar, que además de hartazgo, produce seria preocupación y tristeza. Los niños tienen derecho a crecer en un ambiente distendido, donde la armonía sea la nota predominante, pero la realidad se presenta hostil en demasía.

Que se hayan relajado las restricciones escolares impuestas por la pandemia es una buena noticia, en tanto que supone evitar el aislamiento y la consiguiente desconexión del peque y seguimiento normal del curso, cuando tampoco parece que esta medida haya derivado en un incremento notable de contagios. Por otra parte, el confinamiento de los niños en el hogar, ademas de los problemas de socialización interrumpida que supone, implica un arduo problema de conciliación que los padres habrán de resolver: ¿quién se encarga de su cuidado? Los progenitores responsables intentan que no sean los abuelos, de estar disponibles, los encargados de solventar el trance, por el riesgo que el maldito virus implica para los mayores. Habitualmente, es la madre quien suele alterar su cotidianidad laboral para permanecer junto a su hijo, con lo que ello entraña en cuanto a pérdida de ingresos y perturbación de la trayectoria profesional. Por fortuna, una reciente sentencia de un juzgado riojano, que en la actualidad no ha sido recurrida, viene a respaldar el derecho a un permiso laboral retribuido durante el periodo de obligado confinamiento para el cuidado de hijos menores de edad en el hogar.

Celebremos esta resolución como un símbolo de que la prioridad del bienestar infantil ya no sea solo una cuestión familiar sino que también se extiende mucho más allá, siendo así el germen de una convivencia más confortable y, sobre todo, más humana.