Dos películas pintaron a su manera la visión que la alta sociedad mantenía con el campo en el tardofranquismo. 'La Escopeta Nacional' (1978) y 'Los Santos Inocentes' (1984) son dos obras maestras cada una a un lado del espejo. Una comedia del absurdo delicioso, del universo berlanguiano, ante el crudo realismo del mejor retratista rural que ha parido España, Don Miguel Delibes. Coinciden ambas en un encuadre: la montería, la caza descompensada, como elemento de acercamiento del poder al prado y al Pardo. En ella el señorito visita la dehesa, bien para hacer trapicheo, bien para ejercer su dominio contra el animal, sea torcal, jabalí, ciervo o esclavo humano, ser inferior que se mea en las manos, ser inferior tratado como un perro al que sacrificar cuando se queda cojo. Útil si interesa. Siempre desde arriba.

Últimamente hemos visto reposiciones de estos planos de caspa en nuestras pantallas planas. El debate de la comunicación política, ese del que hay que hablar por agenda hasta su caducidad para medrar al contrincante, ha llevado a extraños a hacer frente a la caca de vaca o el buey inseminador. Toca mostrar lado campestre y subirse al 'jondere' como si fuera un teatrillo.

Todo esto se encuadra en el contexto electoral continuo en el que vive España y más concretamente en la previa a las autonómicas de Castilla y León

Los hay quien, ni corzos ni perezosos, porque se trata de molestar, de incordiar, se autoinvitan a manifestaciones ajenas. Se ponen guapos y guapas, se calzan la bota larga, la gorra calada y se desabotonan la camisuela. De atrezo ni falta el halcón de paseo. Buen reclamo. Porque sabemos que no hay nada más rural que la cetrería. En la aldea quién no tiene un halcón tiene un quebrantahuesos. A mí me sobran cuatro. Y una milana bonita.

Unos y otros huelen poco a verde y mucho a purín. Transmiten oportunismo rancio, querer meterse en un estiércol que perciben de su propiedad por tradición, por privilegio, como en esas películas de su franquismo querido, reclamando su campo estereotipado de capea y perdigón, terriblemente irreal.

Todo esto se encuadra en el contexto electoral continuo en el que vive España y más concretamente en la previa a las autonómicas de Castilla y León, tierra de Miguel Delibes, autor de 'Los Santos Inocentes', 'El Camino', 'Las Ratas'… novelas que desde 1950 mostraban la impunidad de la modernidad con el pueblo y su gente, su insaciable colmillo, la despoblación, el descuido por la naturaleza... Lo de antes que es lo de ahora y siempre. Delibes no sé qué escribiría de estas secuencias de 'pelejustrianas' de halcón pidiendo el voto al esclavo. O quizá sí. Lean 'El disputado voto del Señor Cayo'.