Cuando cae en nuestras manos la biografía de algún personaje célebre, lo primero que deberíamos hacer sería preguntarnos si realmente su vida y su obra valieron tanto como para que sobrevivieran en forma de libro, o no. Si el caso es que sí, que merece la pena leerlo, convendrá matizar entonces si el libro en cuestión es una autobiografía, una biografía autorizada, una biografía no autorizada (incluso, desautorizada) o unas memorias...
Jugando un poco con todos estos subgéneros, Virginia Woolf escribió un delicioso relato que acaba de ver la luz, traducido al castellano por el sello Nórdica: 'Memorias de una novelista'. En sus páginas, la genial autora de 'Orlando' se divierte creando en su ficción el proyecto biográfico de una escritora asimismo fruto de su imaginación, Miss Willatt, que acaba de fallecer. Otra señorita, Miss Linsett, considerará la oportunidad de abordar con su pluma su biografía póstuma. En vida de Miss Willatt, con quien le unía una cierta amistad, ya había planteado la posibilidad de atacar ese proyecto literario, por lo que asiste una cierta autoridad a la hora de planteárselo y consultarlo con el espíritu de la difunta.
En su diseño y elaboración, a medida que Miss Linsett vaya avanzando en su planificada inmersión en la vida de la otra, Virginia Woolf se detendrá para formularse, a través de Miss Linsett, una serie de preguntas básicas sobre el género biográfico.
Cuestiones como, por ejemplo, la de que hasta qué punto el biógrafo está autorizado para entrar en la vida privada de su biografiado. ¿Deberá publicitar el biógrafo sus más íntimos pensamientos, sus más secretas conductas o, por el contrario, ocultar cuidadosamente aquellos comportamientos que pudieran resultar más polémicos y tal vez, aunque fuera póstumamente, perjudicarle?
¿Y cómo, antes que nada, describir a la autora cuya existencia y trabajo aspira a radiografiar? ¿Qué óptica, qué etiquetas, apriorismos, clasificaciones o atributos concederle de antemano, a fin de ofrecer a los lectores una figura ordenada, armoniosa, sobre la que pudieran reflexionar con la misma limpieza y objetividad con que ya lo habían hecho ante sus obras?
Un ejercicio, este sabio y sutil divertimento de Virginia Woolf, sobre el talento, el mérito y el narcisismo de todos aquellos que firman o construyen obras de arte, y de sus destinatarios.