No hace mucho tiempo atrás no había localidad que se preciase sin albergar una considerable rotonda que otorgase, cuando menos por su tamaño, magnanimidad al municipio donde se ubicase. Poco importaba si existían esos ciudadanos que se beneficiarían de su existencia si además, y gracias a la misma, se lograba incluso incrementar la superficie de zona verde del municipio en cuestión, con independencia de la existencia o no de acceso por parte del ciudadano oriundo del mismo o visitante.

Coetáneo a su esplendor fue el fervor por los polígonos industriales. Al igual que en el caso anterior, no hacían falta ni compañías susceptibles de desarrollar en dichas localizaciones sus proyectos empresariales ni mano de obra suficiente, cualificada o sin cualificar, local o venidera, capaz de empujar y sostener la misma. Aunque la segura presencia de todo un gran cartel anunciador del mismo nos hacía presagiar unas expectativas tan siquiera imaginables hasta el momento, bastaba con avanzar en nuestro camino para confirmar el humo anunciado unos cientos de metros atrás.

Límites municipales

Y como no hay dos sin tres, nos entra la fiebre con la construcción de vivienda nueva, entre otras de protección oficial, allende en muchos casos de nuestros propios límites municipales; quizás solo quizás en un ejercicio de consistencia para promover la compra y uso del coche eléctrico, si se me permite la ironía, olvidando por completo que tenemos el centro de nuestros pueblos y ciudades completamente vacíos; heridos, diría más, en algunos casos de muerte. Y no baste con ello sino que además pretendemos hacerlo aplicando estándares habitacionales desubicados, deslocalizados, carentes del atractivo suficiente y de los más mínimos equipamientos, utilizando en buena parte de los casos cánones arquitectónicos susceptibles acaso de aplicación en localizaciones con enorme tensión urbanística, a todas luces ajenos a un territorio como el nuestro con la alargada sombra de nuestra densidad demográfica.

Y simultáneo, si no previo a ello, debe ser solucionar el problema de la migración masiva y no retorno de nuestros jóvenes más y mejor formados

Me pregunto; ¿rotondas como zonas verdes, polígonos industriales a mitad de urbanizar o en el mejor de los casos con naves acabadas por estrenar, y viviendas nuevas de protección oficial no ya en el extrarradio sino más allá, para qué y para quién? ¿Para cuándo se va hacer público un verdadero plan, cuando menos en grado de tentativa, que fomente de un modo proactivo, utilizando a nuestras cabeceras de comarca, el retorno de nuestros jóvenes más y mejor formados mediante oportunidades laborales de calidad? La urgencia habitacional, bajo premisas básicas de racionalidad y dignidad pero sobre todo sentido común que permita el desarrollo vital de sus ocupantes debe considerarse como una prioridad absoluta para nuestros gobernantes.

Pero compaginar la misma con la recuperación de nuestros núcleos históricos dotándolos de una dignidad hoy en muchos casos inexistente resulta mucho más atractivo, a la vez que vital y de justicia, aunque seguramente más complejo.

El problema de la migración masiva

Y simultáneo, si no previo a ello, debe ser solucionar el problema de la migración masiva y no retorno de nuestros jóvenes más y mejor formados, solo posible mediante una posibilidad laboral que permita hacer compatible la inquietud profesional para la que tanto se han sacrificado ellos como sus familias con un desarrollo equilibrado del territorio. De lo contrario, no solamente sobrarán las rotondas, sino también los polígonos industriales y las viviendas, nuevas o por hacer. Ni más ni menos como sucede en otras geografías, en otros países.

Meses atrás ya lanzábamos la inquietud y preocupación, pero también el anhelo acerca de la necesidad de utilizar los Fondos de la Unión Europea 'Next Generation' para propiciar una verdadera vertebración territorial, entre otros pero sobre todo, de nuestro querido Aragón. Y seguimos confiando en ello.