Me parece muy bien que Unidas Podemos abogue por la negociación, y que como concepto defienda siempre la paz. Me sumo. Ahora bien, uno puede negociar si tiene con quién, y si el de enfrente tiene voluntad real de llegar a un entendimiento. En el caso de Putin, poner todos los huevos en la cesta de la negociación, como dijo Pablo Iglesias este lunes (aprovechando para criticar la postura de Pedro Sánchez) me parece pecar de ingenuidad. Y no tenía yo a Pablo Iglesias por una persona ingenua. Y es que hay momentos para la conciliación, y hay momentos para la guerra. Y si un país es invadido y bombardeado, uno puede apostar por negociar, claro que sí, pero en la misma medida que puede apostar por ponerle velas a la Virgen para que cese el conflicto. Porque mientras unos no se quieren manchar las manos, habrá otros que tendrán que defenderse y luchar. Es verdad que a todos nos ha pillado con el pie cambiado esta guerra, cuando creíamos que los conflictos del siglo XXI iban a ser virtuales, sin sangre y a base de tuits. No estamos preparados mentalmente para pensar en coger un fusil y salir a pegar tiros.

Porque mientras unos no se quieren manchar las manos, habrá otros que tendrán que defenderse y luchar

Como me decía un amigo, «a mí que no me digan que tengo que ir a luchar, porque diría que no». Criatura. Como si un estado de guerra fuera optativo. Y lo estamos viendo en Ucrania: en una guerra hay tanques entrando en las ciudades, hay bombas, hay sangre y colapso en los hospitales. Hay hambre, hay sótanos atestados de refugiados, hay alarmas antiaéreas. Así que me gustaría decirles a los que abogan por la negociación y por la política de los abrazos que me parece bien como concepto, pero que Putin no es un señor con el que sentarse a razonar. Por lo menos, mientras vaya ganando.