Después de titubear, Pedro Sánchez ha decidido que España enviará armas a los ucranianos para que puedan defenderse frente a la agresión de un enemigo muy superior en número y comandado por un psicópata asesino que más tarde o temprano deberá ser juzgado por crímenes de guerra. Bueno, Sánchez se refiere a «material militar ofensivo», por utilizar un eufemismo y no ofender a los del «no a la guerra» a costa de la capitulación y el sacrificio de un pueblo que resiste a duras penas.

Unas horas antes, el presidente del Gobierno había hablado de «material militar defensivo» y alguien debió de sugerirle que fuese un poco más explícito para que no pareciera que España enviaba simplemente escudos y cascos en vez de armamento letal como otros países de la UE.

El compromiso con los valores de Europa frente a la amenaza rusa empezaba a ponerse en duda por culpa precisamente de algunos de sus socios, como es el caso del portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, que con un sentido desmesurado de la indecencia cree que armar a los ucranianos no cambia la correlación de fuerzas con respecto a sus invasores y que lo propio es abandonarlos a su suerte.

El PSOE hace tiempo que tendría que haber abandonado las amistades políticas peligrosas

El PSOE hace tiempo que tendría que haber abandonado las amistades políticas peligrosas que le impiden presentar sus credenciales democráticas sin tener que titubear. Tampoco le vendría mal desprenderse de la pesada carga que supone el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, amigo de sátrapas como Maduro y vinculado al Grupo Puebla. Este mariachi populista, que reúne a los dirigentes de izquierda de Latinoamérica, no ha dudado en arrimarse a Putin y en pedirle a Europa que retire las sanciones económicas a Rusia por la salvaje invasión del país vecino. El buen ejemplo está en los copresidentes del Partido Socialdemócrata (SPD) alemán al exigirle al excanciller Gerhard Schröder que rompa los vínculos de amistad y negocio con el presidente de Rusia, mientras que en los medios se pide su dimisión. Definirse es primordial.