Hace un mes escuché la nueva versión que el grupo musical Los Ilegales han hecho con Bunbury de la mítica canción Ángel exterminador. No imaginaba que varias semanas después volvería a contemplar en la televisión las caras de jóvenes con arma en mano dispuestos a luchar contra sus semejantes.

Esta vez nos pilla cerca, en nuestro continente y, por eso, parece que la guerra es más guerra, pero no podemos olvidar que en el mundo hay desatados cientos de conflictos bélicos de manera permanente.

Los señores de la guerra, los que mandan a matarse entre inocentes, los que llegan a armar a niños mientras ellos están protegidos en sus búnkeres de lujo ¿Qué persiguen? Puede ser que poder, pero también riqueza. La industria armamentística, la desestabilización económica, la inflación desmesurada... Todo ello envuelto bajo una bandera a la que llaman patriotismo.

Lo peor es que no son pocos los seres humanos que se lo tragan y ahora entramos en el debate de quién tiene más culpa, quién merece ganar y perder, a quién justificamos y a quién no. En las guerras siempre pierden los mismos, los que mueren y los que sufren la pobreza tras ellas, sean del bando que sean. La guerra es egoísmo y solo beneficia a unos pocos.

Mis padres que no eran hippies ni nada por el estilo, jamás dejaron que en casa entraran juguetes que emularan la guerra, no nos dejaban jugar a matarnos. Lo que sí entraban eran juegos de equipo y libros. Nos educaron para la Paz. Tal vez sea ese el motivo por el que a mí no me quepa en la cabeza qué puede llevar al hombre a matar al hombre.

Desde mi rincón grito con gran desesperación y muy alto NO A LAS GUERRAS. A ninguna ¡Y basta ya de buscar excusas que justifiquen ni uno solo de los conflictos armados!

Dirigentes del mundo, abramos nuestras puertas a todas las personas que sufren la destrucción en sus carnes, ofrezcámosles una vida alejada de la muerte, démosles oportunidades, porque mañana puede volver a tocarnos a cualquiera de nosotros.

Señores de la ONU, denles una vuelta a sus políticas y empiecen desde la base destruyendo las armas y sustituyéndolas por educación y cultura universal. Igual tenemos que deshacer algunos de los grandes paradigmas sobre los que se sustenta el mundo y volverlo a construir, desde la Paz, por supuesto. Eduquemos para la Paz, es la única llave que tenemos para abrir las puertas hacia un mundo solidario, empático, respetuoso, dialogante y en el que la vida y el bien común sea el corazón que lo hace latir.