La guerra en Ucrania ha saturado las secciones de opinión de todos los medios de comunicación, aunque sea complicado conocer la situación real del conflicto, la geopolítica del viejo bloque soviético o la conveniencia de adoptar una estrategia militar u otra. Pero puede ser interesante, por lo menos, ordenar ciertos mensajes que han conectado la guerra con los problemas domésticos o con visiones políticas del mundo defendidas por distintos partidos.

Para algunos miembros de la izquierda europea, Putin representa la fuerza de un país humillado desde hace más de treinta años, que lucha por restablecer zonas de influencia que le fueron prometidas con la caída del comunismo y que fueron traicionadas por la ampliación de la OTAN y de la Unión Europea hacia el este. La guerra no es precisamente algo agradable, pero occidente es directamente responsable por haber tensado demasiado la cuerda y haber provocado la reacción antiimperialista.

Aliado de Venezuela y de China

Una vuelta al reparto de las zonas de influencia y la disolución de la OTAN podrían ser la solución. Para algunas derechas, Putin es ahora un comunista del KGB que quiere restablecer la Unión Soviética y destruir el mundo occidental. Para reforzar esta idea lo mejor es recordar que es aliado de Venezuela y de China y así todo concuerda. Ahora toca condenar la agresión a Ucrania y apoyar las acciones militares de la OTAN y las sanciones de la Unión Europea, pero como no tienen un proyecto claro sobre el desenlace del conflicto, se decantan por acusar a Europa de falta de previsión y de no haber alcanzado la autosuficiencia energética por el «buenismo» ecologista.

Como el comunismo no existe, por mucho que algunos se les aparezca todos los días, quizás las claves del conflicto no estén en la dialéctica de la Guerra fría sino precisamente en lo que sucedió después de que Fukuyama decretara «el fin de la Historia» en un ensayo tan famoso como falto de precisión. Putin es un líder político capitalista, rodeado de oligarcas capitalistas, precisamente porque desmanteló el conglomerado económico de la Rusia comunista y lo puso en manos privadas a cambio de apoyo político y, probablemente, de muchísimo dinero.

Además, practica el autoritarismo, la xenofobia, el nacionalismo agresivo y excluyente al mismo tiempo que se rodea de una propaganda que ensalza su personalidad y se extiende por el mundo con el objetivo de desestabilizar a sus rivales.

Es difícil saber cuál puede ser el desenlace de la guerra: ¿destrucción y neutralidad de Ucrania?, ¿fin de la era Putin?, ¿tercera guerra mundial?

Desde este punto de vista, está bastante claro que son los movimientos postfascistas europeos quienes están más cerca de Putin, de ahí su incomodidad en la campaña electoral francesa, las contradicciones de los presidentes de Polonia y Hungría ahora que ya tienen a los rusos a las puertas de su país o el giro mal disimulado del partido de Abascal. No son tiempos similares, pero si estuviéramos en 1943 y Putin fuera Hitler, todos estos fantoches se estarían paseando por la Europa ocupada con su uniforme de colaboracionista.

Es difícil saber cuál puede ser el desenlace de la guerra (¿destrucción y neutralidad de Ucrania?, ¿fin de la era Putin?, ¿tercera guerra mundial?), pero sería conveniente dejar claro que el capitalismo y la democracia no son lo mismo y que los estados capitalistas, autoritarios y agresivos, abundan en el concierto internacional. Si permitimos que las fuerzas políticas que comparten este proyecto sigan avanzando por nuestras instituciones, no hará falta ninguna guerra para convertirnos en estados sin derechos y a merced de unos cuantos oligarcas.