Existe la opinión de que la agresión del gobierno de Putin sobre Ucrania es responsabilidad de la UE, de la OTAN en realidad. Nosotros somos los agresores que hemos llevado las fronteras de nuestro modelo hasta las mismísimas barbas del dictador ruso. Le hemos enfadado y aquí está la consecuencia en forma de invasión de un país soberano.

Existe la opinión de que Ucrania no es un país democrático al uso y de que Zelenski es, en realidad, pese a haber sido elegido mayoritariamente en las urnas, otro dictador más que no tiene más valor moral que el que pueda tener su agresor.

Equivocada intervención en Iraq

Existe, al fin, la opinión de que ante la situación actual debemos mantener la neutralidad y defender el lema sagrado del «no a la guerra» que tantos defendimos en las calles ante el trío de las Azores y su equivocada intervención en Iraq, consecuencia de un grueso error en nuestra apuesta geoestratégica a la que nos arrastró un EEUU ciego de dolor como consecuencia de los atentados del 11-S.

Gregor

Sigo defendiendo el «no a la guerra», a todas las guerras, pero sé que hay guerras y guerras y sé que Zelenski y los ucranianos se defienden hoy bajo un lema que a los españoles, especialmente a los de izquierdas, nos debería sonar y del que deberíamos haber aprendido: «resistir es vencer»; lo proclamaba el presidente del gobierno republicano Juan Negrín cuando esperaba contra toda esperanza que las potencias democráticas europeas ayudaran al gobierno español o que se declarara la que ya entonces se preveía Segunda Guerra Mundial. Entonces la mayoría de las fuerzas políticas democráticas de los países de nuestro entorno pensaban que a Hitler se le podía apaciguar asegurándole el espacio vital que reclamaba (lo mismo que hoy algunos piden como alternativa negociadora con Putin).

Hoy las posturas de determinadas fuerzas que se reclaman de izquierdas me recuerdan el error histórico de Chamberlain

Hoy las posturas de determinadas fuerzas que se reclaman de izquierdas me recuerdan el error histórico de Chamberlain y muchos otros líderes europeos que creyeron que se podía domeñar a la bestia con diplomacia. Esa postura estuvo a punto de llevarse por delante en la historia a las democracias liberales.

Los ucranianos hoy defienden su país bajo una actitud que recuerda plenamente la que promovió el pueblo de Madrid con su «no pasarán». Es la misma actitud valiente de un pueblo que no quiere ser dominado por una potencia extranjera. Cierto que no todo lo que brilla es oro, que habrá mucho nacionalismo trasnochado y peligroso entre los patriotas ucranianos, pero no deja de ser cierto que es a ellos a quienes les corresponde decidir su destino y que han decidido resistir para vencer y han decidido que solo pasarán por encima de su cadáver. Se merecen nuestro respeto y apoyo. Sinceramente, creo que ellos están poniendo los muertos que hoy por hoy defienden nuestro sistema de valores ante el dictador Putin.

Es curioso que los mismos que se esconden tras el lema del «no a la guerra» sin más matices y que dicen recordar nuestra propia historia para defender nuestra memoria, coincidan con los socios y aliados nacionalpopulistas de Putin en nuestro país y que, además, vengan a coincidir tradicionalmente con ellos en sus ácidas críticas al modelo de democracia liberal.

Postura unitaria

Los que hoy están en contra de la postura unitaria de los socios europeos y de la mayoría de su población a favor del apoyo a los ucranianos, de los que sentimos que el desafío ruso en Ucrania va más allá de sus fronteras, que lo que se está atacando es el modelo de convivencia que tanto nos ha costado construir, son en puridad los mismos que llevan desde sus inicios políticos cuestionando el mismo modelo de convivencia, sus instituciones, nuestros símbolos democráticos y el mismo modelo constitucional.

Y al mismo tiempo, sabiendo que este reto no nos va a salir gratis en consecuencias para nuestras propias opciones y valores, creo que es necesario apoyar nuestro modelo extremando nuestros valores, unos valores que entienden que el desarrollo, el avance y el progreso de las sociedades solo es posible construyendo una convivencia pacifica dentro de nuestras fronteras y en el contexto internacional; eso sí, alejados de cualquier tipo de romanticismo estéril. No cabe negociar con un tipo que te está apuntando con una pistola. Tonterías las justas.