La irrupción del tercer cisne negro en la economía mundial vuelve a poner todo patas arriba. Inesperada, como suele ser, su visita llega cuando apenas vemos alejarse el segundo, una pandemia que tras dos años de crisis sanitaria ha llevado al límite al sistema sanitario, ha esquilmado las cuentas públicas, ha cerrado empresas, ha laminado las economías domésticas y ha puesto en jaque a los gobiernos de todo el mundo.

El primero de los cisnes negros hizo acto de presencia en 2008. La gran recesión puso contra las cuerdas al sistema financiero mundial y dejo secuelas, quizá demasiadas, en un escenario cada vez más globalizado. Ahora, una guerra de proporciones todavía desconocidas vuelve a noquear la estabilidad del viejo continente, que trata de combatir sus propios demonios con la única arma que tiene: la convicción de la defensa de sus valores, esos que olvidó durante tantos años.

El economista Nicholas Taleb es el creador de la teoría del cisne negro, una metáfora con la que trató de describir los acontecimientos que llegan sin previo aviso, por sorpresa, y que son, a todas luces, imprevisibles e improbables. Otro de los elementos relevantes de estos cisnes negros es que las repercusiones que tienen van mucho más allá y determinan el futuro de una forma trascendental. Pues bien, Europa y el mundo viven uno de esos momentos.

Una guerra de proporciones desconocidas vuelve a noquear la estabilidad del viejo continente, que trata de combatir sus propios demonios con la única arma que tiene: la convicción de la defensa de sus valores

Tres cisnes negros en apenas 15 años es el balance de este convulso comienzo de siglo que marcan a varias generaciones. Ya lo están haciendo. La pregunta a la que nadie puede responder ahora es: ¿cuál será la huella que deja? Una recesión histórica, una pandemia descomunal y una guerra devastadora en suelo europeo, con las implicaciones que eso tiene desde el punto de vista humanitario, económico y político, serán difíciles de digerir. Todo ha saltado por los aires, pero todo deberá volver a su ser, aunque para ello habrá que reformular también todo. Y habrá que hacerlo desde ya. 

Todo ha saltado por los aires, pero todo deberá volver a su ser, aunque para ello habrá que reformular también todo. Y habrá que hacerlo desde ya.

El impacto económico de la invasión de Ucrania ya se deja sentir y, muy probablemente, agrandará la brecha de la desigualdad. El encarecimiento de los precios y, por ende, el castigo en el tejido productivo y el empleo, afectará más a las clases medias y bajas, aquellas que aún siguen en planta tras haber pasado por la uci después de tantos sobresaltos. 

El escudo social para proteger a los más débiles será, sin duda, uno de las tareas que habrá que abordar sin dilación si se quiere estabilizar al enfermo, en este caso Europa. Afortunadamente, ya no es la Europa de los hombres de negro, la de las reglas fiscales y la de las dos velocidades de los años posteriores a la recesión económica. 

Bruselas parece decidida a introducir cambios en el sistema energético para rebajar la factura de la luz. Será el primer paso. También es probable que ahonde en una mejor redistribución de la riqueza, una asignatura pendiente que en las últimas décadas ha dejado para posteriores reválidas. La apuesta por las renovables y el autoconsumo, la autosuficiencia industrial y, sobre todo, el convencimiento de que Europa debe de ser Europa más que nunca formarán parte de ese nuevo paisaje.

En el caso de Aragón, este tercer cisne negro amenaza más que nunca a los puntales de su economía: la industria, la agroalimentación y la logística por la falta de suministros, la escasez de materias primas y la escalada de la inflación.

Pero ese espíritu ha de empapar a todos los socios europeos y a cada una de sus regiones. En el caso de Aragón, este tercer cisne negro amenaza más que nunca a los puntales de su economía: la industria, la agroalimentación y la logística por la falta de suministros, la escasez de materias primas y la escalada de la inflación. 

Te puede interesar:

El presidente aragonés, Javier Lambán, adelantó esta semana que la comunidad deberá reformular y resideñar su estrategia de futuro. No puede ser de otra forma porque una reacción a tiempo siempre es garantía de menores daños a todos los niveles. Sin embargo, todo ello requerirá de consensos, algo complicado en un año preelectoral. 

Europa parece dispuesta a hacer los deberes. Ahora solo queda por ver si España es capaz de hacer lo propio y está a la altura porque los cisnes negros no avisan.