En el nº 29 ( 2011) de Cuadernos de Pensamiento Político, Manuel Ramírez en un excelente trabajo examina los problemas de la democracia española. «…la ruptura del ámbito de la democracia, el camino hacia la partitocracia, la crisis de valores y el grave problema de las autonomías».

Cuando en un sistema o procedimiento, biológico, social, cultural, científico y/o político tiene lugar un proceso degenerativo se pierde progresivamente la armonía, la concordia entre los elementos que sostienen su función y estructura. Se van cumpliendo las teorías anunciadas en aquel trabajo; que considero, hoy, como un proceso degenerativo, que inhabilita y arruina progresivamente de forma irreversible órganos, sistemas, tejidos, células, e instituciones.

Igual que en biología, agrupan un conjunto de dolencias, que principalmente afectan a la política, y sus representantes, revelándose por una perdida escalonada pero continua de significativas e importantes funciones democráticas. Los avances científico-técnicos culpan hoy a la genética partidista.

La degeneración democrática, promocionada, y subvencionada en todo el mundo (Agenda 2030), se inicia con la invasión institucional por mitómanos patológicos, que sin creer en ella, se aprovechan de su dimensión y estructura, para erigirse como capitalistas de izquierdas, destruyendo la convivencia económica, social y cultural, bajo el Mantra de la igualdad.

La degeneración institucional democrática, de sus órganos, tejidos y células, tiene su base en la demagogia, el populismo, el engaño, la tiranía, la argucia, el embuste, la calumnia y falsas promesas, menospreciando las necesidades reales administrativas, sociales, políticas, económicas y culturales de los ciudadanos.

Este proceso de degeneración democrática, se aprecia, quizás en exceso, en cualquier ámbito que analicemos. En mis años de estudiante los procesos degenerativos institucionales, tenían su base en gobiernos dictatoriales, personalizados, el envejecimiento de ideas e instituciones, con el exceso de vigilancia y control del pensamiento, con la incultura, etc.

Hoy se han perfeccionado y tecnificado esos mecanismos, unidos a la falsa y prostituida inquietud progresista, analfabetismo político e intelectual por la falta de experiencia de gobernantes y asesores. Por la ambición de poder generacional, que pretenden ser... sin pasar por... para llegar a e interpretando el concepto de libertad como odio, enemigo a destruir, si no piensas como él.

En nuestro Ibérico Coso político, el significativo y taurino abrazo-mimo, confirmo la falsa creencia de que los polos opuestos se atraen, consumando un proceso degenerativo democrático, perdiendo su huella, su marca y por tanto su legitimidad; encubriendo utopías personales, confirmando la defunción de un modelo, que redujo la participación de los ciudadanos a la simple actividad electoral.

Se duda de la madurez cerebral, necesaria para completar una evolución positiva. Las neuronas, como las instituciones son elementos básicos en cualquier sistema. Si se dañan, su reemplazo es difícil y aún mas su adulteración. Difíciles de sustituir.

La degeneración democrática tiene su expresión clínica en la deficiente e incorrecta aplicación de las normas de convivencia, que la sociedad requiere.

Se legalizan los privilegios para beneficio personal, los múltiples y recargados abusos de poder, los cambios de las normas legales básicas, (educación, justicia, seguridad, defensa). Turbia transparencia institucional, rapiña (tarjetas opacas) económica, etc., que contrastan con la democracia pregonada, deseada, esperada y posiblemente iniciada en aquella transición, genéticamente envidiable, gracias a su desigual genoma, de renovada epigenética y sorteando radicales necrotizantes.

De aquel planteamiento democrático representativo, de aquella transición, solo quedan añoranzas, ejemplarizantes y maltratados restos, a pesar de su compromiso de «No volver al pasado».