El domingo 13 de febrero se celebraron elecciones autonómicas en Castilla y León. De los resultados hay datos que nos pueden servir para realizar diferentes análisis y yo me voy a fijar en Vox y los muchos votos que ha obtenido. En toda la comunidad un total de 212.605 (17,64%) y, en consecuencia, 13 escaños (de 81).

Otras formaciones también han sacado mejores resultados de los previstos, pero ninguna como la de extrema derecha. Por ello han sido varios los medios que se han acercado a localidades en las que su triunfo ha sido arrollador. En un pueblo pequeño de Soria han logrado 22 de los 27 votos emitidos y he leído la entrevista que le hicieron a uno de esos votantes, digamos que Dionisio, de unos cincuenta años, agricultor, y de sus palabras quisiera destacar dos mensajes: aquí somos todos de derechas y el PP se ha vuelto muy blando. Me agrada su primera afirmación, sin dudas, sin palabras edulcoradas, si son de derechas pues se dice, y ya está. Y allí no les cabe ninguna duda. Sobre la segunda de sus afirmaciones ya sí me surgen preguntas que el entrevistado no ha respondido. Si alguien es blando es respecto de otros, que son duros, pero no se nos explica dónde se aplica esa dureza ni sobre quiénes.

Gregor

Unos días después mantuve una conversación que tal vez nos ayude a entender estos conceptos. Me encontraba sentado en una terraza muy céntrica, en una tarde amable meteorológicamente hablando, y a la espera de un amigo. Cuando apareció lo hizo acompañado de otro, al que hacía mucho tiempo que no veía y me dijeron que la casualidad les hizo encontrarse. Tras los primeros saludos de rigor el que llamaremos José y cuya presencia era inesperada comenzó a hablar con cierta precipitación, como queriendo decirme muchas cosas a la vez y, entre ellas, algo así como «esto tenemos que arreglarlo». Dado que la actualidad más relevante era la reciente invasión rusa a Ucrania pensé que se trataba de eso y le contesté alguna vaguedad sobre el conflicto. Me corrigió de inmediato aclarándome que no era de la guerra de lo que me hablaba, que lo que había que arreglar era España. Como conoce perfectamente mis opiniones políticas no me costó nada decirle que su solución posiblemente no coincidiese con la mía y aludí a la crisis del Partido Popular, sabiendo que era (eso pensaba yo) militante de esa formación. Me sacó rápidamente de dudas al decirme que hacía mucho tiempo que no militaba en ese partido y que ahora lo hacía en Vox y recalcó que era un militante muy comprometido. Debo confesar que sabía de sus ideas conservadoras, pero me llevé una cierta sorpresa ante su nueva vinculación política. Le contesté algo desabrido anunciándole una futura negativa a conversar con él sobre política por mi conocida animadversión a la ultraderecha. José, como si no me hubiese oído, insistió en la idea de que teníamos que arreglar esto y, algo enfadado, le respondí que habría que arreglar algo si los españoles así lo quisieran. Y aquí viene la respuesta que me obligó a poner fin a la conversación y sobre la que quiero escribir algo. «Javier: tendremos que hacerlo quieran o no quieran». Las palabras de Dionisio y José nos pueden ayudar a entender lo que está pasando.

La necesaria dureza ya que otros se han vuelto blandos y el arreglo de España quieran o no los españoles. A mí esta idea me parece aterradora. Ya sé que a algún lector lo que voy a escribir le resultará exagerado, me lo han dicho en otras ocasiones cuando recurro a episodios o personajes históricos, como lo voy a hacer ahora. Mussolini y el estado total. Quieran o no los italianos.

Italia combatió en la Primera Guerra Mundial en el bando de la Triple Entente (Gran Bretaña, Francia, Rusia) enfrente de la Triple Alianza (Alemania, Austria, Hungría) a pesar de que años antes formó parte de este segundo grupo. La razón: su gran enemigo, Austria, contra quien quiso combatir aspirando a arrebatarle territorios fronterizos en disputa. El Tratado de Versalles, que selló el fin de la guerra, no concedió a Italia ninguna de esas posesiones y esto creó un gran malestar en muchos ciudadanos, especialmente en los excombatientes. Aquí esta el primer germen del fascismo. Otros fueron el nacionalismo y el imperialismo, junto al anticomunismo y el militarismo. En resumen: la voluntad de Mussolini de crear el Estado Total. En cuanto pudo, en 1922, apoyado en el Partido Nacional Fascista y gracias a la debilidad del rey y a la fuerza de sus camisas negras, disolvió el parlamento y gobernó dictatorialmente. Dureza, es decir, violencia e imposición por la fuerza de un plan totalitario.

Hemos abusado de los vocablos fascismo y fascista, utilizados casi siempre como forma de insultar. No toda ultraderecha es fascista, pero su tendencia sí lo es. Dionisio y José parecen tenerlo claro: dureza e imposición. ¿Todos los votantes de Vox comulgan con estas ideas?