"Ya no odemos dar de comer a nuestros hijos. Firmado: los héroes de la pandemia". Un hombre cariacontecido, con el gesto serio y con la mirada perdida hacia no se sabe dónde portaba con decisión esta pancarta en la plaza del Pilar el pasado miércoles. Él es uno de los miles de transportistas autónomos que se debaten cada día entre subirse al camión y emprender la ruta o tirar la toalla, al menos hasta que la tormenta amaine. Él representa a un colectivo que soporta una carga insoportable como consecuencia de un aumento del precio de los carburantes que parece no tener fin, a pesar de que el barril de Brent cotiza a la baja en los últimos días. Nadie se lo explica.

Él es uno de los profesionales de Tradime (Transporte Discrecional de Mercancías de Aragón) que se movilizó el pasado día 16 en la capital aragonesa frente a la delegación del Gobierno en Aragón. En aquella protesta también se colaron los miembros de la Plataforma para la Defensa del Transporte, un colectivo que convocó el paro indefinido en el sector y que ha puesto en jaque la distribución y a la industria en toda España. Estos últimos han protagonizado violentos piquetes en lugares estratégicos como los puertos y las plataformas logísticas de toda España durante los últimos seis días.  

Tradime y la Plataforma para la Defensa del Transporte representan dos formas de actuar cuando el agua llega al cuello, aunque tienen en común una cosa: no llegan a final de mes. Porque cuando el bolsillo y el depósito se vacían en un abrir y cerrar de ojos y asoma el fantasma de la inflación, la economía comienza a temblar, y con ella las empresas, las instituciones y millones de hogares.

Estos sufridores, los transportistas, fueron considerados hace ahora dos años héroes de la pandemia. También los sanitarios, las empleadas de supermercados, los farmacéuticos, los profesores, las trabajadoras sociales y tantos otros de una lista interminable. Se pusieron al volante cuando todo el mundo estaba encerrado en sus casas, aseguraron el suministro a familias, farmacias, empresas y centros sanitarios, y se jugaron su salud --al igual que muchos otros profesionales-- cuando el covid te podía enviar al otro barrio sin previo aviso. Hoy, en cambio, están asfixiados a la espera de que alguien haga algo y les quite la soga del cuello.

La espiral inflacionista de los últimos meses se ha agudizado con la invasión de Ucrania. Muchas empresas, negocios y autónomos sufren para subir la persiana. Y en el horizonte aparece en rojo el 29 de marzo, un día en el que, en teoría, el Gobierno de Pedro Sánchez pondrá en marcha medidas para aligerar una escalada de precios imparable. Quedan nueve días. Una eternidad.

En el horizonte aparece en rojo el 29 de marzo, un día en el que, en teoría, el Gobierno de Pedro Sánchez pondrá en marcha medidas para aligerar una escalada de precios imparable. Quedan nueve días. Una eternidad

La legislatura de Sánchez se ha convertido en una tormenta perfecta, casi en un callejón sin salida. La pandemia, la erupción de un volcán y un conflicto armado en suelo europeo jalonan casi tres años que parecen una eternidad. Todo ello ha obligado a adoptar decisiones sobre la marcha, pero la de activar mecanismos para frenar el elevado coste de la vida se demora más de la cuenta. 

Mientras esto ocurre, partidos como Vox capitalizan el malestar y elevan la tensión en la sociedad. Eso es, por ejemplo, lo que ha ocurrido en una parte del sector del transporte. Esta forma de maniobrar se está replicando en otros colectivos como los agricultores, que, cargados de razón, ven cómo el desamparo es su única compañía. Hoy domingo más de 1.500 autobuses llegarán a Madrid procedentes de toda España en protesta por los altos costes de producción en el campo, entre otras reivindicaciones. 

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En este escenario, la urgencia se impone. Aunque la cirugía fiscal se ha convertido en una profesión de riesgo para el Gobierno, éste ha de meter el bisturí cuanto antes para frenar la sangría de la desigualdad. Es el momento de aplicar un criterio de progresividad a la hora de fijar impuestos de forma que aporte más quien más pueda aportar. Solo así se podrá evitar ver pancartas como la que exhibió aquel camionero una mañana de miércoles en la plaza del Pilar.