El Ministerio de Ciencia e Innovación ha declarado 2022 como año de la Investigación Ramón y Cajal, en homenaje a quien fuera el más insigne científico español de toda la historia. Ello ha dado también origen a dos recientes conferencias, la primera a cargo de José Luis Corral y Luis Ferruz, en la que además de valorar su genio investigador, se puso de relieve una faceta mucho menos conocida, su actividad literaria. La segunda sesión, a cargo de Joaquín Callabed, miembro de la Real Academia de Medicina y también escritor, se centró especialmente en la figura de Cajal como humanista. Desde esta perspectiva se podrían destacar muchos matices, algunos bien conocidos y divulgados, mientras que otros apenas han sido siquiera estudiados. Entre ellos, Callabed mencionó con singular énfasis la trascendente influencia que adquirió la figura paterna, Justo Ramón, quien le transmitió, quizá con lo que hoy entenderíamos como una educación de excesiva dureza, su amor por el estudio, la cultura y el crecimiento personal. No podía ser de otra forma, viniendo de quien trocara zamarra y cayado de pastor por los libros de medicina, hasta que su tenacidad le llevó a ejercer como profesor de disección en la Universidad de Zaragoza. Sin embargo, Justo no toleraba nada bien el talante travieso y rebelde de su hijo adolescente, así como tampoco aprobó su feliz matrimonio con Silveria Fañanás, gran mujer en la sombra, fotógrafa, amada compañera y fiel colaboradora para la vida y para la ciencia, con quien tendría siete hijos, de los cuales dos fallecieron en vida de nuestro glorioso Nobel.

También el consistorio zaragozano ha querido sumarse a la celebración del 170º aniversario del nacimiento del científico, aprobando un cambio de nombre para la Gran Vía, que desde ahora pasará a denominarse Gran Vía de Santiago Ramón y Cajal.