Para entender el paisaje aragonés hay que tener sentido de la épica», dijo alguna vez José Antonio Labordeta, que según Félix Romeo cuando contaba historias pensaba en realidad en películas y que escribió un wéstern 'faulkneriano' y turolense, 'En el remolino'. El romancero es la épica desgajada o desguazada, por emplear un adjetivo que le gustaba a Labordeta, y algo de eso tiene 'Malaventura' (Impedimenta), el primer libro del granadino Fernando Navarro, autor de guiones de películas como Verónica o Bajocero. A medio camino entre la novela y el libro de cuentos, 'Malaventura' es un western andaluz, con una mezcla entre Federico García Lorca, Sergio Leone y Cormac McCarthy, entre el 'outlaw country' y el flamenco. Transcurre en una Andalucía oriental de naturaleza extremada y simbólica, con un lenguaje dialectal y poético inventado, momentos de un lirismo de canción y el dominio de la narración de buen guionista. Habla de niños que vigilan y observan un mundo adulto y rural, violento y desquiciado, sobrenatural: como en las novelas de aventuras infantiles de la época victoriana, de Dickens a La 'isla del tesoro'. Parece una novela de aprendizaje fragmentada pero es más una novela de fantasmas, que transcurre entre los últimos bandoleros y los primeros quinquis.

'Malaventura', que se presenta este miércoles en Cálamo, no es un libro realista: es deliberadamente expresionista

'Malaventura', que se presenta este miércoles en Cálamo, no es un libro realista: es deliberadamente expresionista. Sin pretenderlo, su mundo fantasmal --de amores trágicos, escenas repetidas con variantes lisérgicas, venganzas y fatalidad, desalmados y desamparados-- tiene algo de crónica alucinada de la despoblación y el cuento central del libro trata de un pueblo inundado por un pantano. Algunos niños del libro se preguntan cómo serán de mayores, y miran a su padre (a veces, tan vago que no vale ni para artista, dice un narrador). En la última historia el protagonista habla de su padre, con una imagen que me hace pensar en la historia del padre de Félix Romeo y Culpable para un delito, que empleó Ignacio Martínez de Pisón en una de sus novelas. El padre del protagonista del último cuento de 'Malaventura' trabajaba como figurante en los 'spaghetti western'. Casi siempre hacía de indio, pero una vez el hijo lo ve en la pantalla del cine y entiende quién era su padre: un soldado confederado que había perdido la guerra. Esa frase habla del padre y del narrador, pero también del autor del libro. A veces la apariencia de confesionalidad puede reflejar una combinación de coquetería comercial y pereza literaria, un momento epifánico contiene la imagen que resume una vida entera, y una ficción estilizada muestra una verdad íntima que no se podía contar de otra forma...