El Periódico de Aragón

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Sergio Ruiz Antorán

Desde Tolva

Sergio Ruiz Antorán

Zasca en toda la mazorca

Hay palabras que un día llegan y se quedan para siempre. Desde hace un tiempecillo convivimos con los zascas, onomatopeya de una réplica contundente de esas de «tengo un dato para usted, señor Egea».

La etimología, el origen de las palabras, no cita como padre de la criatura a Peter Griffin, el moñaco que viralizó el «Zasca, en toda la boca». La RAE apunta a zascandil como el útero del fenómeno. La entrada en el diccionario explica este término como «un golpe repentino o acción pronta e impensada que sobrevive, comparable a un candilazo». Búsquenlo.

Esta semana ha habido un sonoro zasca. Usted pensará que, unicelular esta sociedad, me refiero al manotazo con la palma bien abierta que el Príncipe de Bel Air le dio a 'Cristian Roca'. No, esto no toca por aquí.

Me refiero a otra en la que un supuesto portavoz de ganaderos y agricultores respondía a un periodista en una tertulia televisiva sobre lo malamente que lo tendrá el campo si sigue la subida de los costes. «Vosotros lo tendréis peor porque nosotros tenemos con qué alimentarnos». Zasca.

En definitiva, preocuparse más del hombre y menos del dinero. Ese sería un grandioso zasca en toda la mazorca al sistema

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Este vocero escupía esa peligrosa semilla extendida por el campo de polémica simplista, de toda la culpa la tiene Yoko Ono, ocultando en el ruido los verdaderos problemas que existen en el sector primario: su total adhesión a la rentabilidad, la comercialización globalizada y los grandes emporios.

El vocero atacaba con un mantra facilón de otros tiempos. Cuando tras la guerra civil muchas familias pasaban penuria, mandaron a los niños al pueblo, donde, al menos, no se morirían de hambre. El sistema de autoabastecimiento permitía matar un cochino flaco, comer el huevo de la gallina coja o, como hacía mi querida madre de cría por Paniza, ir a recoger las uvas olvidadas en la cosecha.

Ahora, y lo sabe el vocero, si viniera una de esas guerras con la que nos amenazan en el apocalipsis de cada día, lo tendríamos crudo. El huerto o el corral quedaron como hobbie o tradición vistosa. Esa cultura, sin desaparecer, languidece penosamente ante la producción de carne y verde al por mayor, baratito, para otros.

Darle la vuelta a este calcetín puede sonar a utopía. O a solución. Potenciar un abastecimiento de proximidad para reducir traslados y dependencias ajenas, afianzar un mercado donde se prime al pequeño y no al distribuidor e intermediario, la calidad por la cantidad. En definitiva, preocuparse más del hombre y menos del dinero. Ese sería un grandioso zasca en toda la mazorca al sistema. Y más complejo que la simplicidad de culpar al viejo diablo para consagrar lo y los de siempre.

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