El Periódico de Aragón

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Una guerra por delegación y sus consecuencias para Europa

La brutal guerra lanzada por el presidente ruso, Vladímir Putin, contra la vecina Ucrania es en el fondo una guerra por delegación, eso que llaman en inglés proxy war: las víctimas las ponen otros.

Es un conflicto en el que una superpotencia que teme perder su hegemonía global frente a China y un inmenso país que, gracias a su poderoso armamento nuclear, se creyó con derecho a estar en la misma liga, luchan por sus respectivas esferas de influencia.

La Rusia de Putin intenta imponer su imperial voluntad a una Ucrania nuclearmente desarmada mientras que los EEUU de Joe Biden han conseguido unificar y fortalecer a una OTAN que, tras ganar la Guerra Fría, parecía haber perdido su razón de ser y la reencontrado ahora.

Y es todo el mundo, en menor o menor grado, empezando por el martirizado pueblo ucraniano, en sufrir las terribles consecuencias de una guerra sangrienta en el corazón de Europa que debió y pudo haberse evitado.

Ahora todos culpan al «criminal de guerra» Putin de lo que sucede y no hay duda de que es el principal responsable de esa terrible masacre que las televisiones nos muestran en directo todos los días.

Pero tampoco se puede librar totalmente de responsabilidad a los sucesivos gobiernos de Washington, que, ignorando el consejo de sus mejores diplomáticos, se empeñaron, en ampliar la Alianza Atlántica hasta las fronteras de ese país.

Las consecuencias están a la vista: la primera es la destrucción de un país y centenares de muertos y heridos, muchos de ellos civiles, lo que constituye sin duda un crimen de guerra, además de una emigración que no cesa y que va a suponer, al margen del drama personal de quienes huyen, una carga para todos los países de acogida.

Países que, sin haberse repuesto del todo de la crisis del covid, se ven ahora obligados, por temor al «desafío ruso» a aumentar sus presupuestos militares en detrimento de unos gastos sociales cada vez más necesarios y, por lo que parece, difíciles de soportar.

Pero hay muchas más consecuencias negativas que se están dejando sentir ya y no sólo en Europa, el continente más directamente afectado por su dependencia del gas ruso, como son la carestía energética, la inseguridad alimentaria –Ucrania y Rusia son dos grandes exportadores de cereales– y la galopante y cada vez más peligrosa inflación.

Todo lo cual tiene a su vez efectos adversos para el futuro del planeta: los lobbies del sector energético han visto en la guerra la ocasión de hacer descarrilar el llamado Pacto Verde europeo con el argumento de que hay que garantizar, por encima de cualquier consideración ecológica, la seguridad energética de la UE.

Estados Unidos se ha comprometido a enviar su propio gas licuado para sustituir al gas ruso, del que Europa quiere prescindir cuanto antes, pero el primero, producto de la fracturación hidráulica, no es sólo más caro sino también mucho más contaminante.

El ministro alemán de Economía y líder de los Verdes, Robert Habeck, ha firmado un contrato de asociación energética con Qatar mientras que el Gobierno conservador británico trata de convencer a Arabia Saudí de que aumente sus exportaciones de crudo.

El régimen saudí ejecutó recientemente en un solo día a 81 personas y Qatar no es tampoco un dechado de respeto de los derechos humanos, pero nada de eso parece importar en este momento, ni siquiera a los ecologistas alemanes.

La ministra de Energía de Polonia, actualmente el mayor productor de carbón del continente, dice que es ya hora de poner fin al Pacto Verde y también al comercio de derechos de emisión para garantizar la seguridad energética y la independencia de la UE.

Y el poderoso lobby del sector agroquímico ha visto también en la guerra de Ucrania una oportunidad para poner en cuestión la reforma agraria de la UE y de modo especial la conversión hacia una agricultura cada vez más ecológica.

Todo eso y mucho más que está todavía por llegar es consecuencia de esa guerra que se nos ofrece diariamente en televisión como si fuera una película de Hollywood.

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