El Periódico de Aragón

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Candido Marquesan

Zaragoza, ¿capital de España?

En tiempos de la guerra civil, la ciudad se postuló para convertirse en capital de la nación

En esta disciplina de la Historia siempre se pueden descubrir noticias nuevas. Y una de ellas está relacionada con Zaragoza en tiempos de la guerra civil. Es una propuesta de la Cámara Oficial del Comercio y de la Industria de Zaragoza (COCIZ) del 28 de julio 1937 al Ayuntamiento de Zaragoza –que lo aceptó en Pleno–, antes ya lo había hecho a la Junta Técnica del Estado –uno de los organismos político-administrativos creados por el general Franco en octubre de 1936– para convertirse en capital de España.

La noticia aparece en el libro Una y Grande. Ciudad y ordenación urbana de Zaragoza (1936-1957) de Ramón Betrán Abadía. Y en su capítulo IV, Zaragoza y la capitalidad de la España nacional.

Madrid, Valencia y Barcelona, fueron las tres capitales del Gobierno de la República durante la guerra. Por seguridad para el gobierno tras avanzar las columnas franquistas sobre Madrid, el gobierno de Largo Caballero decidió el 6 noviembre de 1936 trasladarse a Valencia. El 31 de octubre de 1937 el gobierno de Negrín decidió el traslado a Barcelona. Las tres capitales del gobierno de la República, para sectores de Zaragoza, que se decantó por el golpe, eran mal vistas por su resistencia a la «Nueva España». Por ello, pensaron que su ciudad, la inmortal Zaragoza, destacada en su lucha contra los «rojos-antiespañoles» y contra los franceses en la Guerra de la Independencia, bien comunicada, a mitad de camino entre Madrid y Barcelona, con un mítico pasado religioso –su patrona la Virgen del Pilar– y castrense –había sido la sede de la Academia General Militar hasta su clausura en 1931–, unas clases dirigentes conservadoras, capitanía general, dos catedrales –El Pilar y La Seo– a falta de una y a la espera de recuperar la Academia General Militar, podía a mejorar su posición relativa en el conjunto de las ciudades españolas. No solo mejorar. Creyeron posible sustituir a Madrid como capital del Nuevo Estado. Señora Isabel Díaz Ayuso, esté tranquila, que la propuesta era de los suyos.

El texto de la COCIZ publicado por la Cámara en la Memoria del ejercicio de 1937 (1938: 7-15), daba por hecho que… (…) por lo menos provisionalmente, y en un plazo más o menos dilatado, tendrá que situarse la capital de la Nación, y de los órganos centrales del Estado, en un lugar distinto de Madrid. Los trastornos materiales y morales que ha tenido que sufrir la antigua Villa y Corte, después de su prolongada y sistemática rebeldía, tienen que incapacitarla para que encuentren en ella su alojamiento y su centro los poderes públicos. Es de sospechar que precederá una larga labor de depuración y de habilitación hasta que Madrid pueda volver a ser lo que fue. Entre tanto esta Cámara (…) se permite llamar la atención de V. E. sobre la posibilidad de que la capital de España se establezca en Zaragoza (…) No perdería gran cosa la Nación con que su capitalidad desapareciera de Madrid, no solo por un plazo limitado, sino de modo perdurable.

Argumentaba que Madrid «no está bien emplazada», «no es ni puede ser jamás un centro de comunicaciones» por lo accidentado del territorio circundante y la ausencia de ríos importantes, rodeada por una comarca «árida y despoblada». Lo sucedido durante la República y tras el 18 de julio acreditaba que Madrid llevaba siglos aislada «del resto de la Península y del mundo entero», y «de espaldas a los verdaderos ideales nacionales». Al igual que San Petersburgo y Constantinopla habían perdido su rango capital tras la Gran Guerra, Madrid debía pagar su culpa, y por ello ofrecía la Cámara como sede del Nuevo Estado a la ciudad de Zaragoza, de valor estratégico e inmejorable en España.

Añadía la COCIZ que «Zaragoza, como eje de la cuenca del Ebro, constituía un núcleo de atrayente habitabilidad, y así lo demostraba que en medio siglo hubiera triplicado la población. La fecunda y extensa vega que rodeaba a la ciudad le proporcionaba abundantes mantenimientos y no pocas materias primas transformables», que podrían incrementarse fomentando el regadío. Abundantes industrias, no de categoría superior, pero variadísimas y susceptibles de crecer; las fuerzas hidráulicas del Pirineo y de los ríos de la margen derecha del Ebro podrían suministrar a la ciudad hasta 175.000 kW, y aún habría que sumar la riqueza minera aragonesa y una «posible salida al mar». Y, por encima de todas las ventajas materiales citadas, Zaragoza, que siempre «sostuvo como principio incuestionable la unidad de España», estaba «vinculada al culto milenario a la Virgen del Pilar», lo que la hacía centro religioso del Nuevo Estado y de la pretendida recreación del Imperio.

Tras un intento fallido por ubicar en Zaragoza un museo de la guerra de liberación, a la petición formal del Ayuntamiento respondió José Moscardó, general del V Cuerpo del Ejército, que toda decisión sería prematura mientras el territorio nacional no fuera liberado por completo de las hordas marxistas

En enero de 1939, muy pocos creían en Zaragoza como capital provisional o definitiva de la Nueva España. El 28 de marzo de 1939 se disipó toda duda sobre la capitalidad del Estado cuando Radio Nacional anunció la «Victoria española» y la caída del Madrid rojo, que de ciudad traidora había pasado a «tierra sagrada, porque es como un templo que cobija las cenizas de nuestros mártires; tumba gloriosa de fascistas gloriosos en la que la Historia escribirá un epitafio de áurea leyenda».

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