El Periódico de Aragón

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Juan Bolea

Sala de máquinas

Juan Bolea

Palacio Arzobispal

La sede arzobispal zaragozana atesora una larga historia. Sus galerías y ventanas han visto desfilar prelados, reyes, embajadores… Y tejerse y destejerse toda clase de episodios relacionados con el viejo Reino de Aragón, con los Austrias y Borbones, con el siglo XIX y el XX, hasta la actualidad, cuando podemos disfrutar de su excelente estado de conservación y magnífico Museo Diocesano, cuyas piezas impresionan por su significado y riqueza.

Con tan variado devenir a espaldas de tan prodigioso edificio nada tiene de extraño que el erudito que mejor lo conoce, el historiador y escritor Domingo Buesa Conde, se haya visto tentado a investigar, documentar y finalmente escribir un magnífico ensayo titulado Sobre la construcción del Palacio Arzobispal de Zaragoza. Recuerdos y espacios del Alma Mater (Publicaciones de La Cadiera), cuya lectura recomiendo como ejemplo de sensibilidad, amor e inteligencia en el estudio de nuestro pasado.

En sus páginas, Buesa vuelve a acreditar sus virtudes y capacidades como historiador y narrador. Gracias a su pluma, el Palacio Arzobispal se convierte en un ser vivo que muta, crece, combate herejías y cismas, asiste a claudicaciones y guerras, brilla bajo el fulgor de la corona, sostiene un trono o se desmorona bajo las bombas de los franceses. La relación de los arzobispos zaragozanos con Roma, con la Corona de Aragón y Coronaciones y estancias reales, con cuantas celebraciones, procesiones o exposiciones religiosas han tenido lugar en la Zaragoza milenaria es tan estrecha que en su ámbito cuesta distinguir la fe de la vida, la piedra de la palabra, la arquitectura de la historia.

Pero no solo es este un relato de piedras sillares y nobles blasones, cálices y mitras de oro, estolas perfumadas de incienso e iluminadas por el pabilo de los cirios. Es también un precioso estudio sobre grandes personajes, como los arzobispos Dalmau de Mur o aquel Hernando de Aragón, nieto de Fernando el Católico, en el que parecieron confluir las mejores prendas de la política y la religión. Monarcas como Isabel o Felipe II habitaron en las estancias de un Palacio Arzobispal que pueden presumir de haber alojado, entre otros, a varios Papas, de Benedicto XIII a Juan Pablo II.

Mágico libro de un autor en estado de gracia.

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