El Periódico de Aragón

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Daniel Gascón

Delante de tus narices

Daniel Gascón

Miniatura francesa

En el curso 2005-2006 estuve trabajando como auxiliar de conversación en el instituto técnico Modeste Leroy de Évreux, en Normandía. Estábamos a unos 100 kilómetros de París. Había profesores que no habían estado en la capital en 20 años. Hablé de Goya y Gómez de la Serna a los alumnos; mis jefas me pedían que hablara de procesiones, el botellón, los toros. Trabajaba con dos profesoras que se pelearon porque no estaban de acuerdo en la forma de asignarme las tareas. Una se enfadó y dejó de encargarme cosas.

Iba al instituto cada día, pero no tenía nada que hacer en sus clases. Los miércoles había partido de profesores; cada dos jueves, huelga. El primer fin de semana los alumnos me llevaron a salir y una me preguntó: señor profesor, ¿está usted enamorado? Yo vivía en lo que llamaban albergue de jóvenes trabajadores. Había algunos estudiantes de un centro de formación profesional, jóvenes de Reunión y Guadalupe que pasaban mucho frío, franceses desubicados y los auxiliares de conversación (5 chicas de habla inglesa, una alemana y yo). Con lo que pagabas tenías derecho a una comida diaria en un bufé cercano; si comías carne, eran 20 ó 22 días, no el mes entero. En el camino al bufé pasabas por delante de un centro vinculado al albergue, pero con homeless. Me gustaban los nombres de las calles: Víctor Hugo, Verdún, Roosevelt, pronunciado a la francesa. Había dos librerías de viejo. Compraba Les Inrockuptibles y se la mandaba a Félix Romeo. Había un cine en versión original. La bebida típica era el Calvados. Yo leía a Modiano y a Philip Roth.

Una compañera galesa montó un grupo de rock, en un concierto conocimos a unos que hacían artes marciales y los fines de semana se iban a los barrios musulmanes a pegarse. Me hice un carné de la mediateca y, rohmeriano, le dije a la chica que trabajaba que quería saber más de música francesa. Ella, rohmeriana, me dijo que quería aprender español. Évreux fue uno de los lugares donde fueron peores las quemas de coches de los suburbios. Una chica me preguntó cómo podía orientarse en Ruán, le di un mapa, sería la madre de mis hijos. La escritora famosa de la zona era Annie Ernaux. Me fui a vivir al terreno del instituto y compartía piso con otros auxiliares (un estadounidense y su novia canadiense y una australiana). El director me llamó un día para quejarse de que tirásemos la basura en su cubo. Y cosas asquerosas, condones, dijo, había mirado, pensando que era de su mujer. No tenemos cubo y lo tiramos en el de un vecino, le dije. Pues tírenlo en el de un vecino dijo el director. Qué francés, me dijo un amigo cuando se lo conté.

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