Cuando Europa decidió sancionar económicamente a Rusia por su guerra con Ucrania era consciente de que aquello era un arma de doble filo, concretamente, en el envío de gas ruso al Viejo Continente. Aunque las sanciones han tratado de sortear el suministro de gas ruso a Europa, ahora parece que el Kremlin ha avisado de que podría cerrar el grifo de uno de los gasoductos más importantes. Hasta aquí suena a suposición, pero pongamos esta situación en contexto: la Unión Europea importa de Rusia el 41% del gas natural que consume, seguido de Noruega (16%), Argelia (8%) y Qatar (5%).
¿Es posible, si se diera esta circunstancia, que se pusiera en peligro el suministro de gas en diferentes países europeos? Sí ¿España sería uno de ellos? No. ¿Por qué?, te estarás preguntando. España es uno de los pocos países de la Unión Europea que no recibe la mayor parte del gas natural de Rusia, sino de Argelia. Por ello, que pase con el gas lo que está sucediendo con el aceite de girasol en España es altamente improbable.
Interconexión pirenaica
España cuenta con dos gasoductos que la conectan con el norte de África: el Magreb-España, cerrado desde octubre de 2021 por la escalada de tensión diplomática entre Argelia y Marruecos; y el de Medgaz, el único gasoducto que actualmente conecta España con Argelia tiene una capacidad de importación de gas natural de 290 GWh al día. Antes de la crisis diplomática España disponía de una capacidad técnica de hasta 730 GWh al día, debido a que el gaseoducto Magreb-España interrumpido es el que mayor volumen permite importar desde Argelia.
Además, la península cuenta con gasoductos que conducen el gas argelino a través de dos conexiones, la primera hacia Portugal y a través de dos tuberías, con una capacidad de 144 GWh al día, y la segunda utiliza la interconexión pirenaica con Francia, para suministrar gas al resto de países de la Unión Europea , con una capacidad técnica de hasta 245 GWh al día. Aparte de las interconexiones vía gasoductos, las exportaciones españolas son mediante metaneros, buques dedicados al transporte de gas natural licuado.
Por lo tanto, la interconexión de España con el resto de Europa es muy limitada. Sumado a esta circunstancia, la gran capacidad de acopio de gas por vía marítima y la alta capacidad de regasificación que tiene el país –de convertir el gas en estado líquido a gaseoso para que pueda fluir por el gasoducto–, intensifica su independencia energética en este sentido. Concretamente, el país cuenta con el 45% del almacenamiento de gas licuado y un tercio de la capacidad de regasificación de Europa materializada en seis plantas regasificadoras.
España podría convertirse en la nueva puerta de gas a Europa
Si los acontecimientos se suceden como la Unión Europea tiene previsto y decide reducir dos tercios las importaciones de gas ruso al año para lograr cortar la dependencia del mercado comunitario de los combustibles fósiles rusos en 2030, España podría convertirse en la nueva puerta de gas a Europa. Es por ello que las alarmas en los mercados acerca de una posible crisis de suministro de gas, que están impactando notablemente en los altos precios, no responden a una causa técnica en nuestro país a diferencia del girasol. No sucede lo mismo en países como Alemania, por ejemplo, donde la anterior administración hipotecó su independencia energética al petróleo y gas ruso al tiempo que decidía cerrar las centrales nucleares.
Mecánicas de mercado
No es nuestro objetivo aquí analizar las mecánicas de mercado, ni valorar las alternativas de vectores energéticos y sus bondades, o discutir la taxonomía de la energía nuclear. Sin embargo, es de alto interés el análisis situacional ya que los próximos pasos que demos tanto a nivel estatal como a nivel industrial pueden ser determinantes para la competitividad española en los años venideros. Nuestra capacidad de abastecimiento por varias vías, seguridad geológica y geopolítica, la capacidad instalada de regasificación y el acceso a fuente y productores alternativos nos convierte en un punto privilegiado. Esta circunstancia nos lleva a preguntarnos sobre el impacto de un bien que hoy por hoy, según los datos técnicos, no es escaso, y de cómo podemos posicionar a nuestra industria en una situación competitiva privilegiada a nivel europeo e internacional.
