El escenario ya está más que abierto. Javier Lambán anuncia que se presenta a la reelección para su tercer mandato y las opciones electorales se disparan en todos los partidos. En este estado liquido de la política, donde todo cambia en cuestión de días y lo que era noticia en 2018 parece el Pleistoceno, hay liderazgos que no son cuestión de modas. La personalidad del presidente Lambán y su arraigo al socialismo clásico que ya no representa Sánchez son la mejor bandera.
Su gobierno no ha tenido tantos sobresaltos como los que se barruntaban cuando formó un gobierno con un cuatripartito antinatura. La moderación política en la búsqueda del consenso, el sentido común sin apelar a las soluciones mágicas y estar enraizado en las preocupaciones del aragonés medio han sido las virtudes del gobierno aragonés. Su candidatura lanza un poderoso mensaje: en tiempos de cambios, de populismo y de zozobra, la defensa de los consensos básicos sigue vigente. Y deja claro que tiene las fuerzas para otro mandato que promete ser agitado por el auge del populismo ultra de Vox y la entrada casi segura de Teruel Existe en las Cortes.
La incógnita está en saber si los vientos nacionales que debilitan al sanchismo afectarán a la candidatura de Lambán. En este escenario, el PP levanta el vuelo sin saber aún qué lugar ocupará Jorge Azcón. Es claramente su rival más directo como alcalde y, si opta a la presidencia, será un competidor correoso. Del resto del cuatripartito, la misma sintonía. Con sobrevivir ya sería un éxito. En la vertiente aragonesista no queda nada del autonomismo activo y luchador de los inicios de la Constitución. Su futuro está en entredicho o a las puertas de la desaparición. De Ciudadanos poco se puede esperar y ya se atisban movimientos de cargos públicos para optar a otras siglas. Queda un año, dicen. Pero Lambán ha dado el pistoletazo de salida.
