El Periódico de Aragón

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José Mendi

La anchoa olímpica

Ojalá nos identificáramos más con nuestra personalidad que contra las características de los que nos rodean

La identidad personal es un equilibrio inestable entre lo individual y lo social. A menudo nos identificamos con una tribu de pertenencia que nos ayuda y nos protege. Otras veces, nos reafirmamos contra los demás para asentar una personalidad liviana. Confundimos lo que hacemos y lo que pensamos, a base de preguntarnos lo que somos. Si aderezamos este lío metafísico buscando la salida o el punto de partida, con respuestas huérfanas de preguntas, terminamos en el abismo del «sé tú mismo». Siempre lo somos. Nadie mejor que uno mismo, para disimular lo propio.

Nos encanta el maquillaje psicológico, pero hay que elegir. Tener estilo es saber llevar con dignidad lo que se tiene. Sirve tanto para un vaquero de marca blanca como para una prenda exclusiva de nuestra conducta. Nos dotamos de personalidad, sin ser conscientes de que estamos en permanente construcción.

Tener estilo es saber llevar con dignidad lo que se tiene. Sirve tanto para un vaquero de marca blanca como para una prenda exclusiva de nuestra conducta

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Recuerdo a mis padres reprocharme la suerte que había tenido de nacer en esta parte del mundo, tras negarme a ingerir un puré que aún me persigue en sueños. Los niños que morían de hambre habían tenido la desdicha de nacer en el lugar equivocado. Cuesta hacerse a la idea de que yo, ya no sería yo, si no hubiera podido rechazar la maldita papilla de la madre que me parió.

La identidad territorial nos hace pero no nos nace. Las personas y las fronteras se diluyen en el polvo de estrellas que nos alumbró en este rincón del Universo. La identidad no depende del nivel de consciencia.

Soñamos como somos. Se pierde la memoria, pero los recuerdos nos identifican, aunque no los podamos recuperar. La personalidad se puede desestructurar, pero cada pieza del rompecabezas psicológico identifica a un ser humano. El trastorno disociativo es una patología en la que, en su vertiente más grave, se olvida, se pierde o se confunde personalidad e identidad. La brújula del comportamiento se llega a desbocar con múltiples personalidades.

Identidad consciente individual

Entonces ¿quiénes somos? Simplemente, una identidad consciente individual, desarrollada socialmente, que surge de la vida y termina con ella. Si me pongo romántico les diré que los circuitos de nuestra placa base de nacimiento se han ido haciendo tan complejos, que han dado lugar a un software, capaz de modificar el propio hardware, y transmitirlo mejorado por la experiencia de uso con las interacciones, a nuevas generaciones.

El cariño por la tierra de nacimiento o adopción nos identifica con una naturaleza que forja. No nos ha hecho diferentes, mejores o peores, sino únicos. Esa identidad natural no merece traicionarse con vínculos territoriales o raciales, frente a los demás.

La identidad aragonesa, como el resto, debe ser socialmente sostenible. Nuestra cultura mediterránea forma parte de la diversidad de origen común. Ojalá nos identificáramos más con nuestra personalidad que contra las características naturales o artificiales de los que nos rodean.

No sólo somos, sino que nos hacemos aragoneses cada día. Dar por finalizada la elaboración de una peculiaridad humana la empobrece. Si se sobrevalora su culminación, se exacerba una insultante superioridad que conduce al desprecio.

Hoy, Día de Aragón, se reconoce la identidad de 'Andalán' con nuestra tierra y su gente

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Si se infravalora, los complejos del victimismo acervan el odio. Los nacionalismos de la identidad conducen a la exclusión. Y esto afecta a personas, territorios, ideologías y religiones. Democratizar una identidad personal colaborativa es la principal tarea comunitaria. Fomentar el espíritu crítico, aportaría la energía necesaria para esta innovadora fusión social.

Hoy, Día de Aragón, se reconoce la identidad de 'Andalán' con nuestra tierra y su gente. Sin ellos no celebraríamos 40 años de autonomía en libertad. Son todos los que estuvieron, y los que ya no están.

Una semana sin escribir y estamos sin mascarillas. Cambiamos la erótica desnudez fisiológica por la pornografía psicológica.

Exhibicionismo político

Vuelve el exhibicionismo político. Javier Lambán rompió la hora electoral, confirmando que se presenta a la reelección. Buenas noticias para la política y mejores para su salud. Azcón eligió Calanda para la pegada de tambores. Lo vimos «abombao» con Lara Divildos, mientras los populares mandaban al gallinero de un balcón a la vicepresidenta Mayte Pérez, cambiando el protocolo por su «Prhotocall» particular.

Don Javier ha elegido el modelo 'Revilla' para su campaña. Si el cántabro pesca votos a base de anchoas, el ejeano lo hace con los Juegos de Invierno 2030, exhibiendo ante los vecinos su particular «anchoa olímpica». Si es que para ejercer de Aragonès, ninguno como los maños.

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