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Editorial

Francia y Europa respiran

Francia y la Unión Europea respiran. Emmanuel Macron ha obtenido una amplia victoria sobre Marine Le Pen, 56% frente a 44%, y ha sido reelegido para un mandato de cinco años. Macron, que ya fue el primer presidente saliente en 20 años que llegaba en cabeza en la primera vuelta, es también el primer presidente reelegido desde 2002, cuando Jacques Chirac batió a Jean-Marie Le Pen, el padre de Marine, por el 82% de los votos frente al 18%. Los resultados de Macron solo son superados en la Quinta República por la apabullante marca de Chirac en 2002.

Estos datos refuerzan la claridad de la victoria de Macron, pero no se puede olvidar que la extrema derecha obtuvo ayer el mejor resultado de su historia, con una progresión de 10 puntos respecto de hace cinco años. Nunca la extrema derecha estuvo tan cerca de llegar al poder en Francia y eso le valió a Le Pen para calificar su resultado como una «gran victoria» y para reafirmar, en su primer discurso tras conocerse las estimaciones de las cadenas de televisión, que seguirá en la batalla política, descartando las especulaciones sobre si estas elecciones serían las terceras y últimas de la hija del fundador del Frente Nacional, ahora reconvertido en Reagrupamiento Nacional (RN).

El triunfo de Macron significa que, aunque debilitado, el frente republicano –el cordón sanitario ante la extrema derecha– todavía funciona en Francia

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En su reacción a los resultados, Le Pen lanzó un inquietante aviso: «Esta derrota no puede suponer sino una esperanza, una señal a los dirigentes franceses y europeos de que hay un gran desafío del pueblo francés, que no pueden ignorar». Ciertamente, ese desafío no se puede ignorar, pero si algo representan estas elecciones desde el punto de vista internacional es que refuerzan el papel de Francia en Europa y en el mundo, y alejan la pesadilla que hubiera significado para franceses y europeos una victoria de Le Pen, que defendía la discriminación entre franceses e inmigrantes en el interior de Francia y la desestabilización de la UE, a la que pretendía convertir en una Europa de las naciones, en plena guerra de Ucrania.

El triunfo de Macron significa que, aunque debilitado, el frente republicano –el cordón sanitario ante la extrema derecha– todavía funciona en Francia. A falta de estudios detallados, es muy posible, como predecían las encuestas, que los decisivos votos de La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon fueron en mayor medida a Macron que a Le Pen, pero también en su mayoría a la abstención, que alcanzó el 26,8%, la más alta en 50 años. Pese a su victoria, Macron tiene un difícil camino por delante porque el descontento en Francia es crónico, y de ahí que los dos últimos presidentes no fueran reelegidos. Macron, odiado por su arrogancia y su elitismo, tendrá trabajo para sacarse de encima la etiqueta de presidente de los ricos, y eso solo lo podrá hacer si aborda el giro social con medidas como las que ha prometido entre las dos vueltas para ganarse los votos insumisos.

Consciente de que los millones de votantes de Le Pen necesitan una respuesta, Macron prometió en su discurso de la victoria tenerlos en cuenta, como «presidente de todos los franceses». Le Pen y Mélenchon apelaron a la tercera vuelta, las legislativas de junio, que serán decisivas para renovar o no la mayoría absoluta que obtuvo Macron en 2017. Desde que las legislativas suceden a las presidenciales, el electorado opta por premiar al presidente con una mayoría confortable para gobernar, pero el partido de Macron no ha conseguido implantarse en el territorio y esta carencia convierte en una incógnita el resultado de junio.

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