El Periódico de Aragón

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Miguel Miranda

Virando a babor

Miguel Miranda

Libros

Andaba yo en una librería cuando escuché la conversación entre una madre y su hijo, que debía tener unos 10 u 11 años. El chaval le insistía en que le comprara un libro y la madre se resistía: ¡pero si te compré uno hace una semana! No pude menos que dirigirme hacia ellos, saludarles, pedirles perdón por la intromisión y explicarle que lo hacía para felicitarles. Al hijo por su afición a la lectura y a la madre por lo afortunada que era de tener un hijo que no le pedía juegos para la 'Play' sino libros, lo cual a mi parecer era una suerte y seguramente la prueba de que tenía buenos profesores y lectores en casa.

Me sonrieron ambos, la madre me dio la razón y el chaval se fue con el libro que quería debajo del brazo. «Es que un libro a la semana es un esfuerzo y tiene más hermanos», me explicó la señora. Pues tendrá que hacerlo socio de alguna biblioteca pública, contesté yo.

Había que «meter codos», como los ciclistas en el esprint, para conseguir acercarte al objeto deseado entre dos o más filas de entusiasmados aficionados a la lectura

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El pasado sábado me acordaba de esta anécdota cuando veía a la gente ante los puestos de libros en el Paseo de la Independencia. Había que «meter codos», como los ciclistas en el esprint, para conseguir acercarte al objeto deseado entre dos o más filas de entusiasmados aficionados a la lectura. Y pensé que esta escena es propia de la España real, mucho más real que lo que simultáneamente estaba pasando en actos oficiales con la repercusión inevitable en las consabidas, predecibles y aburridas reacciones de todos los años. No les presté ninguna atención.

Pero la afición a la lectura de tantos zaragozanos sí que es un síntoma de esperanza si es que creemos en que la cultura nos hace no solo más felices, más cultos y más libres.

Compré el de Jesús Cintora, 'NO quieren que lo sepas', el del juez Bosch, 'La patria en la cartera', sobre la corrupción, y el de otro periodista, Manuel Rico, 'Vergüenza', sobre lo que pasó en las residencias y que tenía pendiente. Y un cuento precioso y colorido para mi nieta Berta.

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