El Periódico de Aragón

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Juan Bolea

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Juan Bolea

Pegasus

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El escándalo del espionaje a los políticos catalanes ha removido las aguas de la legislatura, transformando el arroyo en lodo y desecando las fuentes de confianza y amistad que venían uniendo a los partidos aliados en el gobierno o en la mayoría parlamentaria.

Todo comenzó hace ya algunos años, con el llamado programa Pegasus. Sofisticado sistema de espionaje personal basado en el acceso a los teléfonos móviles de las víctimas.

¿Lo son? Los líderes catalanistas no tienen duda. Siendo ésta, en cualquier caso, una de las cuestiones medulares del conflicto. Porque dichas operaciones de hurto de información, ¿son legales, constitucionales…? ¿Hay alguna ley que ampare al Estado para espiar a sus ciudadanos y hacerlo sin explicar para qué necesita esos datos y sin revelar lo que, una vez obtenidos, se proponga hacer con ellos? ¿Sería lícito que el Gobierno, la Policía Nacional, la Guardia Civil o el CNI actuasen así en el caso de que realmente creyesen que los individuos objeto de espionaje suponen un grave peligro para el país?

Las respuestas a estas preguntas pueden tener muy distinta orientación, dependiendo de quién las conteste.

Si se las formulamos a un espía, probablemente nos responderá que, según el código de su oficio, casi todos los medios son válidos si contribuyen a alcanzar al fin deseado. Dependerá luego del carácter, de la formación, de la ética de cada agente vulnerar o no en sus operativos principios básicos como la libertad, intimidad o integridad ajenas.

Uno de esos honestos agentes, ya retirado, que conoce a la perfección los resbaladizos y nunca transparentes fondos del espionaje, es Jaime Rocha, durante muchos años responsable de delicadas misiones en Centro Europa y Magreb.

Desde su actual visión más analítica y objetiva, Rocha ha escrito dos novelas que se leen con la certeza de estar dentro de una de esas agencias o grupos de inteligencia: Operación el Dorado Canyon y El muro. Si la primera nos fascina por el realismo de sus personajes y episodios, la segunda, todavía mejor escrita (confirmando que estamos ante un autor de recorrido y peso), nos persuade de que el mundo de los espías sólo puede parecerse a visiones del mundo como jamás habríamos sospechado existieran.

Pero, existen, Rocha lo sabe bien. Como existe Pegasus.

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