El Periódico de Aragón

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Editorial

Criptomonedas: riesgo adictivo

Según un informe reciente del Banco de España, el volumen de activos que mueven las criptomonedas en el país asciende en la actualidad a unos 60.000 millones de euros, un 2,7% de todos los activos financieros. Y hay un 12% de ciudadanos que poseen criptoactivos. En poco más de diez años, este producto de inversión, a partir de la tecnología blockchain (base de datos que permite transacciones no centralizadas y seguras, sin intermediarios), ha causado furor y ha sido, al mismo tiempo, denostado a partes iguales, por la fragilidad y la opacidad de la fluctuación de su valor. Al mismo tiempo que hay quien la percibe prácticamente como una práctica esotérica, se le da una promoción pública visible, a través de publicidad o de personajes relevantes que dan apoyo a estos mecanismos, como por ejemplo Elon Musk. El propio Banco de España adjetiva el producto como de extrema volatilidad, complejidad y falta de transparencia y, aunque su incidencia en el futuro del sistema financiero parece inevitable, lo cierto es que hoy por hoy, su uso no está exento de notables riesgos. Uno de los más graves es el de la adicción a especular con ellas, más allá del éxito o el fracaso de la inversión.

Esta adicción está en la base también de otro problema que ya es real. Cuando se menciona a las sectas enseguida pensamos en grupos cerrados, ideológicamente compactos y de organización opaca que anulan la independencia de criterio de quienes caen en sus redes de reclutamiento. En los últimos tiempos este esquema se ha aplicado también, han cambiado y han derivado hacia otro tipo de reclutamiento que se basa en el mundo del crecimiento personal, el empoderamiento y las finanzas. Es aquí donde aparecen plataformas online como la IM Academy, que reunió en Badalona, a primeros de abril, a cerca de 9.000 personas, para ofrecer una convención sobre trading y criptomonedas. Esta organización investigada por la policía española, que ya ha practicado diversas detenciones, ha captado incluso a menores de edad que han pasado a romper con familia y estudios, a reducir su ámbito de relaciones a las personas que han entrado en la misma burbuja y a rechazar de plano cualquier crítica a las consignas de sus líderes. Todos estos comportamientos de dependencia apenas difieren de las organizaciones sectarias tradicionales, aunque se los envuelva de palabrería empresarial. Para que haya motivo para una actuación policial efectiva es necesario poder argumentar que efectivamente se trata de una estafa piramidal, o que la persuasión que les lleva a creer con los ojos cerrados en aparentes beneficios inmediatos tiene elementos coercitivos.

Es difícil plantearse soluciones expeditivas, especialmente en el caso de los grupos que pueden alegar que merecen protección como expresión de la libertad de culto, más allá de una educación que fomente el espíritu crítico y racional, incluyendo los elementos básicos de cultura financiera (o en otros casos médica, o científica). Y lo mínimo que se debería pedir es que en ningún caso estas organizaciones (o quienes difunden seudociencias, por ejemplo) tuviesen a su disposición instalaciones de titularidad pública.

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