El Periódico de Aragón

El Periódico de Aragón

Jorge Cajal

El artículo del día

Jorge Cajal

Las derechas y sus fronteras

Los partidos conservadores de Francia y España han asumido parte de los postulados ultras

Como toda la prensa de derechas española se ha felicitado por la victoria de Macron en las pasadas elecciones francesas, con titulares y editoriales que afirmaban que por fin Europa podía respirar aliviada, podría resultar interesante repasar muy brevemente los valores que representa Le Pen y cómo ha llegado tan lejos.

Pertenece a una familia política que procede directamente de los años de la colaboración con los nazis del Régimen de Vichy y que transitó por la segunda mitad del siglo XX entre la clandestinidad, los combates urbanos o la defensa violenta de una Argelia francesa. Su oportunidad de ocupar una posición social menos marginal llegó en los años noventa a través de los discursos sobre la inmigración y la delincuencia, que se combinó con un nacionalismo anti-elites (tanto francesas como europeas) que sirvió para acercarse a las víctimas de la desindustrialización, anteriormente cobijadas bajo el paraguas del decadente Partido Comunista Francés.

El fruto de ese clima político y social fue el shock del 21 de abril de 2002, cuando Jean-Marie Le Pen alcanzó por primera vez el segundo turno de las presidenciales. Su hija Marine ha superado con creces los porcentajes de voto del patriarca moderando sus formas y su discurso, que se ha inclinado más hacia los aspectos sociales que hacia los puramente identitarios. Aun así, no ha podido esconder su afinidad con regímenes autoritarios como Rusia o Hungría, ni explicar cómo Francia podría seguir en Europa cambiando unilateralmente las reglas de la Unión.

Balance

Una vez pasado (de momento) el peligro, tocaba hacer balance en los medios y explicar cómo hemos podido llegar a un porcentaje tan elevado de voto a las extremas derechas en Europa. Se apunta a la crisis económica y a la pandemia, a la desconfianza hacia los partidos tradicionales, a nuevos medios de comunicación de masas que difuminan las certezas o a un contexto internacional confuso donde el terrorismo islamista y la demagogia de estos partidos han convertido en sospechosas a miles de personas de confesión musulmana.

Pero quizás haya que fijarse no solo en quien empezó a defender el racismo y el ultranacionalismo como políticas posibles unas décadas después de la Segunda Guerra Mundial, sino también en quienes las hicieron suyas cuando comprobaron que eran eficaces desde el punto de vista político.

En este sentido, en España y en Francia ha sucedido algo parecido, aunque con alguna diferencia muy clara. La derecha de Sarkozy y de Aznar, en nombre de una ideología «sin complejos», difundió un discurso sobre la inmigración y la delincuencia muy similar. Actualmente también se difuminan muchos límites cuando los líderes conservadores franceses mencionan la teoría del «gran reemplazo» y difunden la idea de que en Francia hay lugares donde el estado republicano de derecho no existe. O cuando la derecha española acusa al gobierno de no proteger nuestras fronteras de las invasiones, desprecia la memoria democrática o cuestiona los logros de movimientos sociales como el feminismo.

En ambos países, por tanto, los partidos conservadores han asumido parte de los postulados de la extrema derecha y los han colocado en el centro del debate político. Pero mientras en Francia sigue funcionando, aunque a duras penas, la disciplina republicana, en España las derechas se ven a sí mismas como integrantes de una familia que debería gobernar en caso de que los resultados electorales les fueran favorables.

Si esto sucede, ¿qué opinará nuestra prensa de derechas cuando los peligros que Francia ha conseguido evitar ocupen varios ministerios en España?

Compartir el artículo

stats