El sector del automóvil en Aragón sigue esperando su gran momento. No desespera, solo espera, pero comienza a mostrarse impaciente a pesar de ser consciente de que las oportunidades que se pierden pocas veces regresan. Las expectativas de inversión por parte de los grandes fabricantes son muy altas en un momento en que los fondos europeos son la principal munición para sentar las bases de futuro de uno de los ejes vertebrales de la economía aragonesa. Aglutina un tercio de las exportaciones, genera alrededor de 25.000 empleos directos y aporta un ADN industrial reconocible dentro pero también fuera de España. 

Varios son los trenes que han pasado por delante sin parar en una de las estaciones más reputadas del sector. La gigafactoría para producir las baterías de los coches eléctricos del futuro pasó de largo y se detuvo en Sagunto (Valencia). Produce cierta envidia ver cómo el consejero delegado del grupo Volkswagen, Herbert Diess, compartía vehículo esta semana con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la presentación de una macroinversión de 3.500 millones a la que aspiraba Aragón y para la que la DGA ya había reservado suelo en Zuera. Sin embargo, aunque esa batalla está perdida, la guerra continúa y el Ejecutivo aragonés mantiene contactos con otras empresas para hacer realidad el sueño de la gigafábrica de baterías en Aragón.  

Produce cierta envidia ver cómo el CEO de Volkswagen, Herbert Diess, compartía vehículo esta semana con el presidente Sánchez, en la presentación de una macroinversión de 3.500 millones a la que aspiraba Aragón

Esa no fue la única inversión que avanzó el grupo Volkswagen el pasado jueves en la puesta de largo de una macrofábrica que ocupará 200 hectáreas y cambiará el tejido productivo de la comunidad valenciana para siempre. La multinacional anunció además que destinará otros 4.000 millones de euros para electrificar las dos plantas que tiene en Navarra y Cataluña, un compromiso que abre las puertas de par en par a una nueva era. 

Aunque la carrera por la electromovilidad, la digitalización y el vehículo autónomo prácticamente acaba de comenzar, el ecosistema del automóvil aragonés confía en la llegada de algún premio gordo, que, por ahora, solo ha sonreído a Valencia, Cataluña y Navarra, territorios todos ellos limítrofes con Aragón. Sin duda, todas estas inversiones revertirán en las auxiliares de la comunidad y tendrán un efecto positivo para las compañías locales, pero se espera algo más, sobre todo a tenor del potencial exhibido en los últimos años por la industria local del automóvil que ha acreditado la calidad de su trabajo, su capacidad de adaptación al cambio, su colaboración con los centros tecnológicos y de innovación, su resiliencia en momentos de dificultad y la pujanza exhibida en la última década.  

Aunque la carrera por la electromovilidad y el vehículo autónomo acaba de comenzar, el ecosistema del automóvil aragonés confía en la llegada de algún premio gordo, que, por ahora, solo ha sonreído a Valencia, Cataluña y Navarra.

Esos avales son, precisamente, los que han tenido en cuenta Seat y Volkswagen para incluir a varias de ellas en el proyecto presentado para optar a las ayudas al PERTE. Transportes Sesé, Electrónica Cerler, Libelium, Motorland, Itainnova, el CIRCE y Valeo son algunas de las que forman parte de la nómina de las 62 compañías elegidas por estos dos fabricantes. 

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Ahora los proveedores de Stellantis Zaragoza confían en conocer pronto la hoja de ruta de la multinacional pilotada por Carlos Tavares para los próximos años, sus planes de producción, qué modelos se fabricarán en la planta y si esta se adentrará definitivamente en una nueva fase con la electrificación total de la factoría aragonesa. Por lo pronto, acudirá al PERTE con un proyecto de 200 millones para Figueruelas, una buena noticia a tenor de el malestar que existe en Stellantis con el Gobierno central. El propio Tavares ya lanzó un aviso a navegantes comienzos de año. «La pregunta a la que se enfrenta España es ¿quiere perder lo que ha conseguido en los últimos veinte o treinta años? Si las cosas no van rápido, el trabajo de los últimos veinte o treinta años corre el riesgo de perderse porque las cosas van muy, muy rápido», dijo el consejero delegado del grupo.

La advertencia obliga a una reflexión profunda en un sector sometido a fuertes turbulencias, que no espera y en el que Aragón se juega los cuartos.