El Periódico de Aragón

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Juan Bolea

Sala de máquinas

Juan Bolea

Las minas de Salomón

Una de las sensaciones más extrañas que puede llegar a experimentar un buen lector es la de volver a sumergirse en un libro que antaño, hace ya mucho, demasiado tiempo, le hizo soñar, le hizo feliz. En ese trance, las trampas del tiempo se ciernen o se cierran a menudo sin avisar, con tanta sorpresa como crueldad. Allá donde habíamos disfrutado de escenas que nos parecían inolvidables, de personajes que deberían acompañarnos siempre, que admirábamos y a los que aspirábamos a emular, esa segunda lectura nos depara una polvorienta reiteración y un profundo fastidio.

No ha sido eso, por suerte, ni muchísimo menos, lo que me ha sucedido al regresar a las páginas de 'Las minas del rey Salomón', todo un clásico de mi juventud, que acabo de releer en una nueva y rica edición de Reino de Cordelia, bajo la traducción de Susana Carral. Por fortuna, he vuelto a disfrutar enormemente de esta novela; tanto como cuando, de jovencito, la leí por primera vez. En sus páginas, la desbordante imaginación del autor, Henry Rider Haggard, nos transporta en alas de su héroe, el cazador y aventurero Quatermain, a las misteriosas profundidades del África Negra en un tiempo decimonónico, a caballo entre los siglos XIX y XX. Cuando la máquina de vapor y el rifle de repetición habían revolucionado la industria y trasladado a las inmensas sabanas africanas el estampido de la civilización, pero cuando, asimismo, aún quedaban innumerables tribus en estado primitivo.

H. R. Haggard (1856-1925), nacido en Londres, vivió durante muchos años en Sudáfrica, lo que le sirvió para ambientar sus novelas

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En ese contraste entre el conquistador, explorador, explotador y cazador blanco y la presencia indígena, inmanente a la tierra y a los espíritus de la selva, la búsqueda de las fabulosas minas del rey Salomón constituirá un motivo legendario y literario lo suficientemente atractivo como para prenderse el lector de esta formidable aventura plagada de episodios y riesgos extremos, hambrunas y heridas, actos de heroísmo y traición, encimada siempre la providencia y el destino sobre esa partida de hombres ansiosos por hacerse con las riquezas de Salomón.

H. R. Haggard (1856-1925), nacido en Londres, vivió durante muchos años en Sudáfrica, lo que le sirvió para ambientar sus novelas, entre las que destacaron 'Ella y Allan Quatermain', dedicada a su alter ego y héroe blanco en aquella África colonial que tan bien conoció y nos contó.

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