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Jorge Cajal

El artículo del día

Jorge Cajal

La unidad de la izquierda

Este relato no es tan diferente de lo que puede suceder en España de cara a las próximas elecciones

Hace unos días, tras la elección de Emmanuel Macron para su segundo mandato como presidente de la República francesa, las izquierdas firmaban un acuerdo para unir sus candidaturas y tener alguna posibilidad de obtener un buen resultado en las elecciones legislativas. Además, si este resultado fuera muy bueno, Jean-Luc Mélenchon podría ser incluso Primer Ministro e iniciar así un nuevo período de «cohabitación» en la política francesa, con un presidente y un primer ministro de partidos diferentes.

Se han conseguido superar tantos obstáculos porque los resultados de las presidenciales dejaron muy claro que la izquierda no estuvo en el segundo turno porque acudió muy dividida. Habrían bastado tan pocos votantes socialistas, ecologistas y comunistas para que Mélenchon hubiera superado a Le Pen, que el electorado de izquierdas habría interpretado muy mal la falta de autocrítica. El Partido Socialista ha tenido que asumir que, a pesar de su implantación local y regional, ya no es importante por sí mismo en la izquierda francesa; el Partido Comunista ha tenido que pulir las excentricidades patrióticas de su líder sobre la caza o la energía nuclear y los ecologistas ya saben que en Francia no les llega todavía para competir como una fuerza política independiente. No han faltado las voces críticas o las resistencias, sobre todo de viejos cuadros del Partido Socialista (elefantes, como les llaman en Francia) que todavía no se han enfundado la chaqueta macronista. François Hollande, antiguo presidente socialista del país, ha defendido a la izquierda reformista como la única capaz de gobernar el país, quizás olvidando que cuando gobernó (con el parlamento, las regiones y muchas alcaldías a su favor) no solo no reformó nada, sino que puso en marcha una política de derechas que siguió el modelo austericida con el que se pretendió salir de la crisis financiera. La mayoría de medios de comunicación, después de haber buscado ganar audiencia difundiendo las ideas de la extrema derecha y de defender luego a Macron frente a Le Pen, califican ahora el programa electoral de la izquierda como peligroso y e irrealizable.

Este relato no es tan diferente de lo que puede estar sucediendo en España de cara a las próximas elecciones generales. La unión de la izquierda parece lo más inteligente, aunque en Andalucía no se haya conseguido y el proceso haya causado bochorno. Hay diferencias, desde luego, como que el Partido Socialista no ha sido barrido electoralmente y quien corre serio peligro es el espacio político de Podemos. En este sentido, al igual que Mélenchon intenta emular la actitud de Mitterand como artífice de la unión de la izquierda y de relación con sus votantes más allá de organizaciones partidistas, Yolanda Díaz podría ser capaz de sujetar a un electorado que se diluye elección tras elección. Y ya han empezado las resistencias, tanto desde personalidades de la izquierda, que temen perder el sitio o la influencia intelectual, como por parte de los medios de comunicación. Se está desempolvando, sin ningún rubor, el viejo discurso casposo sobre el comunismo de salón: mira la ministra, que vive como los burgueses porque los comunistas no quieren para ellos lo que predican para los demás.

Tanto en Francia como en Andalucía, la izquierda ha mencionado la falta de tiempo para conseguir alianzas con un debate más sosegado, ya que sus compromisos electorales son casi inmediatos. Pero, si el CNI o la guerra de Ucrania no lo impiden, sí que hay tiempo para conformar una alternativa a la izquierda del PSOE, con un proyecto claro para el país y basado en políticas concretas que se han desarrollado ya, fundamentalmente desde el Ministerio de Trabajo.

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