El Periódico de Aragón

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Joaquín Santos

Elogio del concejal

Miles de personas aceptan ir en candidaturas municipales para intentar mejorar la vida de sus localidades

Cuando pienso en un concejal me viene inmediatamente a la cabeza la imagen de Miguel Ángel Blanco, el joven político del Partido Popular al que le quitaron la vida injustamente por defender su punto de vista sobre el modelo de convivencia. De forma inseparable me vienen a la memoria los casos de no pocos amigos vascos del PSE-PSOE o cercanos, como Paco Egea, con el que tuve oportunidad de trabajar y aprender y que tuvieron que proteger su vida durante años amenazados por la banda terrorista ETA. El coraje personal y el nivel de convicción democrática que se tiene que tener para dar un paso adelante en una situación así me resulta todavía hoy inimaginable. Me preocupa que este tipo de actitudes caigan en el olvido y que se consolide en nuestra conceptualización del mundo una imagen profundamente negativa de la función política, una imagen a la que nos arrastran las permanentes noticias sobre casos de corrupción y el continuado cebado de la crispación como medio ambiente en el que se desarrolla el debate sobre lo que nos resulta común.

Es verdad que no es ni mucho menos lo mismo, pero en nuestra comunidad autónoma, como en el resto de las españolas, miles de personas aceptan ir en candidaturas municipales para intentar mejorar la vida de sus localidades. La mayoría de ellos, si son elegidos, dedicarán muchas horas de su vida al bienestar de cada uno de nosotros, de nuestros pueblos, de nuestra tierra. Se encargarán, entre otras cosas de los suministros básicos, los vertidos, la limpieza de las calles, las conducciones de todo tipo, el embellecimiento de las calles, los cementerios, los parques infantiles, las instalaciones deportivas o culturales; dedicarán cientos, miles, cientos de miles de horas de reunión, de desvelos, para intentar mejorar la vida de los vecinos de su localidad. También nos aprovechamos de su acción los visitantes ocasionales, los que tienen su segunda residencia en el entorno, los que nacieron allí, conservan vínculos y propiedades y vuelven para pasar el verano o los fines de semana. Todos nos beneficiamos de su acción desinteresada.

Solemos ignorar que estas personas, la mayoría de los concejales, no cobra un sueldo; como mucho reciben una compensación de una parte de los gastos que ocasiona la dedicación, siempre que haya marco legal y dinero para hacerlo; en no pocas ocasiones tienen que pagar esos gastos de su bolsillo; lo hacen por amor a lo propio y se empeñan, después de no pocos sinsabores, con mucho amor propio.

Son la cara oculta del escándalo, lo que está detrás del árbol que no nos deja ver el bosque, la belleza de la política parda, lo que debería admirar la mayoría social que no está dispuesta a gastar ni un segundo de su tiempo más allá de en uno mismo.

"Siempre sospechamos de los intereses particulares de los que se dedican a la cosa pública. Reconozco que es necesario mantener la actitud; todo sistema democrático debe por naturaleza desconfiar del poder"

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Es verdad, no lo voy a negar, que solemos elogiar, tampoco demasiado, la dedicación de las acciones sociales o culturales voluntarias, la dedicación de las personas a acciones en interés de los demás; a mi también me parecen admirables, pero tenemos una imagen tan denostada de la política que todo lo que lleva el apellido lo echamos de manera injusta a la basura, al estercolero de la historia y de las historias, cometiendo una injusticia que creo que deberíamos remediar.

Siempre sospechamos de los intereses particulares de los que se dedican a la cosa pública. Reconozco que es necesario mantener la actitud; todo sistema democrático debe por naturaleza desconfiar del poder y, consecuentemente, de quien lo ostenta; pero eso no debería llevarnos a la total desconfianza y falta de reconocimiento de esa mayoría de personas que se dedican al interés general con honestidad y entrega.

Se que intento remar contracorriente e imagino escaso éxito en el empeño; pero si al menos a todas estas personas les llega un mínimo de reconocimiento social en forma de artículo de opinión, me daré inicialmente por satisfecho. Además, se acercan las elecciones y el tono de la bronca diaria sube; como decía el cantautor Lucio Dalla en una de sus célebres canciones, simplemente, me estoy preparando.

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