El Periódico de Aragón

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María Jesús Ruiz

‘What?’

Llevo una temporada que recibo invitaciones para unas cosas rarísimas. Que si un design thinking, un meeting coffee, un brands and wine y otros términos anglosajones que no soy capaz ni de retener en la memoria.

A las que nos va esto de las nuevas experiencias y aprender, nos resulta muy difícil decir que no, así que, salvo causa mayor, yo me apunto a casi todo.

Lo primero son las presentaciones. Que si me llamo Antonio, que yo soy Juan, Isabel o Victoria. Y el consiguiente intercambio de tarjetas. En la mía desde hace 17 años pone, María Jesús Ruiz Antorán, directora de Fundación Adunare. Pero en muchas que me dan leo títulos que me resultan muy imponentes: Assistent Manager, Product Manager, Senior Advisor & Sustainable Partnership Broker y un sinfín de terminologías que, para una señora cincuentona, que estudió francés y que cree poseer cierto nivel educativo, resulta en ocasiones no solo difícil de entender sino también ridículo.

Luego, es cierto, que cuando empieza la actividad en cuestión me digo, ¡pero si esto es una reunión! Si, de las de toda la vida, o una charla informal para intercambiar experiencias en la gestión de organizaciones, para hacer relaciones comerciales o, incluso, lo que ya dicen que está pasado de moda, los círculos de calidad que te ayudan a buscar soluciones a los problemas detectados en las empresas.

Siempre están los que en mitad de una conversación te meten una frase en un inglés de nivel experto y te preguntan: ¿Sabéis lo que es, no? Yo siempre sonrió y asiento con la cabeza, porque sé que diga lo que diga, el susodicho va a darnos una lección magistral, que para eso se ha currado su MBA y habrá que amortizarlo. Es que no me apetece que el pobrete se vaya con la sensación de que no es más listo que los demás si eso le hace más feliz.

Los anglicismos llevan conviviendo con nosotros muchas décadas, que yo al parking le llamo así y no lugar donde ubicar el vehículo, y al wifi pues también, y no onda de radiofrecuencia que permite que mis equipos informáticos accedan a la red de telecomunicaciones. Pero sinceramente, creo que estamos haciendo de su utilidad un abuso. No sé si es que vivimos acomplejados o que el postureo se nos ha adueñado, pero… ¿Qué necesidad tenemos de reprogramar nuestro lenguaje en las empresas y organizaciones para someterlo a la tiranía de una lengua minoritaria?

Desde mi rincón os recomiendo que no faltéis nunca a una invitación de estas, para que os suba la autoestima profesional al ver que estáis a la última, aunque sigáis utilizando nuestro idioma, el segundo más hablado en el mundo.

Y, ante todo, que sonriáis y cuando no entendáis algo digáis: What? Así dais el pego total.

Igual es cuestión de cambiar las realidades y no el nombre de las cosas.

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