El Periódico de Aragón

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Juan Bolea

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Juan Bolea

Alejandro Blanco o el problema

El deporte español ha venido estando tradicionalmente regido por dirigentes anómalos, arribistas, excéntricos, a menudo, digámoslo claro, verdaderos inútiles. Pasto, muchos ellos, de José María García en sus buenos tiempos, hoy munición gruesa para asombro o escándalo de una opinión pública muy alejada de lograr entender cómo esta peculiar clase de despóticos directivos sigue perpetuándose en los despachos del deporte español. El último caso de autoritarismo incontrolado e incapacidad manifiesta es, para mí, el del presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco.

Este extraño y confuso personaje, un judoka sin formación ni educación, ha conseguido en poco más de un par de meses, con sus revolcones y llaves de judo, enfrentar a dos comunidades autónomas, a varios ayuntamientos, poblaciones e instituciones, hundiendo el barco del proyecto olímpico nada más fletarlo del astillero.

Lejos de unir a Aragón y a Cataluña en un proyecto ambicioso, bien planteado y, sobre todo, susceptible de presentar una candidatura conjunta y ganadora, Blanco ha dividido y enfrentado a las partes, exacerbando toda clase de protestas y avivando viejos rencores.

Analicemos en detalle la cosecha política del COI. El presidente de Aragón, Javier Lambán, se ha sentido, con razón, minusvalorado en el planteamiento de una negociación que partía concediendo claras ventajas a Cataluña. Sin embargo, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, se ha manifestado en contra de las Olimpíadas blancas. Por su parte, el alcalde de una Zaragoza que debería ser sede olímpica, Jorge Azcón, no ha recibido una sola llamada de Alejandro Blanco. En cuanto a Pere Aragonès y a la Generalitat, en línea con su complejo supremacista y su infantil fantasía de los països catalans, el Comité Olímpico Español les ha permitido inclinar desde un principio la balanza a su lado en perjuicio de Aragón... ¿Se puede hacer peor?

Lo mejor, naturalmente, sería apartar al señor Blanco de un proyecto que le viene muy grande y hacerlo descansar en otra institución o comité técnica y políticamente capacitado para llevarlo a cabo. De lo contrario, no solo no tendremos Olimpíadas, sino problemas de nueva y vieja generación a los que deber enfrentarnos.

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