El Periódico de Aragón

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José Luis Corral

Salón Dorado

José Luis Corral

‘Pegasus’ y yo

En la historia, la literatura, las leyendas y la mitología hay caballos famosísimos. El legendario de Troya es uno de ellos, y eso que no era un animal, sino un enorme artefacto de madera donde se ocultaron los aqueos (los troyanos eran bastante memos al aceptar un regalo envenenado) para conquistar la ciudad que durante diez años había resistido durante diez años, como cuentan Homero en La Odisea y Virgilio en La Eneida (no, en la Ilíada no se cita ese juguete de tablas). El corcel mítico de los vikingos se llamaba Sleipnir, era gris y rapidísimo (tenía ocho patas, así cualquiera), y lo montaba Odín, el padre de los dioses germánicos. Bucéfalo («cabeza de buey»), de color negro azabache y fiero cual león, era el de Alejandro Magno, al que acompañó en las guerras de conquista de Asia. La literatura hispana tiene a Babieca (que es probable que signifique «tonto», ¿en qué estaría pensando el que le dio el nombre?), que fue, según el Poema del Cid, el caballo de Rodrigo Díaz de Vivar, fiel compañero del Campeador, y a Rocinante, el jamelgo de Don Quijote. Los musulmanes también poseen su montura célebre; se llama Buraq (no se sabe si era yegua, mula o burra, eso sí, de color blanquísimo) y llevaba a Mahoma volando por el cielo.

Pegaso, el caballo mitológico de los antiguos griegos, tenía alas (caballito volador como Buraq), y había nacido de la sangre derramada de la terrible Medusa, tras cortarle la cabeza el héroe Perseo; era propiedad de Zeus, al cual no le hacía falta que lo pasearan en volandas, que para eso era un dios y podía volar por sí solo.

En las últimas semanas otro Pegasus se ha puesto de moda. No es una acémila (aunque lo parecen quienes lo usan), sino un programa informático que utilizan algunos gobiernos para espiar a quien les venga en gana, incluidos miembros de esos mismos gobiernos.

Yo también debo tener un pegasus espía en mi móvil, porque si hablo de coches, al instante me sale propaganda de coches, y si preparo un viaje con mis alumnos a La Alhambra, me bombardea durante días con precios de hoteles en Granada.

Y ahí sigue mi pegasus particular, viendo y escuchando mis asuntos, y supongo que los del resto de los mortales, sin que el Gobierno, que debe defender y proteger los derechos democráticos, mueva un dedo para acabar con tanto abuso y tanto delito, porque es un delito violar la intimidad de los ciudadanos día sí, día también. Y es que estos de la casta política están a sus cosas, y el personal les importamos un bledo, salvo para pagar, claro.

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