Alejandro Blanco es presidente del Comité Olímpico Español (COE) desde el 30 de septiembre del año 2005. Gallego de Orense, licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad de Valladolid, en octubre de este año cumplirá 72 años. Su deporte es el judo y llegó a ser cinturón 7ºDAN, entrenador y árbitro, y después presidió la Federación Española de Judo y Deportes Asociados. Según la página web del COE, cobró en el año 2021 un salario de 106.019,48 euros, de acuerdo con su contrato con el organismo, una asociación privada de utilidad pública que promueve y difunde el movimiento olímpico y que financia su funcionamiento y sus actividades cotidianas a través de ingresos privados procedentes del patrocinio y de la gestión de los derechos que posee, según la información que aparece en su web. Aunque en el presupuesto del año pasado (el de 2022 no sale en la página digital) hay más de 4,9 millones de ingresos aportados por el Consejo Superior de Deportes, dependiente del Ministerio de Cultura y Deporte, «para las actividades del ejercicio». Su papel en toda la película de la candidatura de Aragón y Cataluña para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030 está en entredicho. Ha mantenido una actitud procatalana, a pesar de que a los aragoneses siempre les ha dicho que estuvieran tranquilos y que confiaran en él. Pero su actuación como máximo embajador del comité ha quedado ya en evidencia. Habría que preguntar si su postura es la de todos los miembros del COE y además habría que analizar quiénes son, qué hacen y dónde está su transparencia.

Porque lo que se está viendo es que está desempeñando un papel absurdo y ridículo contentando al Gobierno de España en su interés por satisfacer a la Generalitat catalana y así, de esta forma, conseguir lo que necesita Blanco, mantener vivo este espíritu para poder continuar más años al frente del olimpismo español. Y todo esto apoyado por la mala gestión del CSD y del ministro del ramo, el catalán Miquel Iceta, que ha estado desconcertante y mostrando una clara utilización política del COE y de la candidatura de los Pirineos. Al final, se da una imagen lamentable, también a nivel internacional, solo comparable a los fracasos que ya tuvo Alejandro Blanco cuando presidió la candidatura olímpica de Madrid 2020 o con las polémicas que surgieron cuando Sevilla pretendió optar a ser sede de unos Juegos.

Aragón no ha querido pasar por el aro después de que al presidente Lambán y a todos los aragoneses se les vendiera algo distinto. Y más cuando se descubrió que las cartas estaban marcadas. La candidatura está moribunda porque la propuesta es política y no deportiva y va a ser muy difícil darle la vuelta. Incluso se le ha cerrado al COE la puerta que quiso abrir dividiendo a las estaciones y a los alcaldes del Pirineo. Alguna empresa ya estuvo defendiendo sus intereses con Blanco en Madrid, pero el Gobierno de Aragón y Aramón han sabido evitar fisuras.

Aunque esto tiene un riesgo que hay que correr e intentar remediar y si no, pagar. Todos están muy enfadados con Lambán y con Aragón y fuera de la comunidad los malos de la película son los aragoneses. Salvando las distancias y según cómo discurra el guion, que aún no ha acabado, Aragón y sus ciudadanos pueden volver a aquellos duros momentos de la llamada guerra del agua. Cuando se decía que eran insolidarios por estar en contra del trasvase del Ebro y no querer dar agua a quien no tenía, Aragón se llenó de autoestima y tuvo que gritar y contar que había mucho territorio con sed y que había muchas obras pendientes para poder regar la comunidad. Ahora, quizás habrá que volver a ponerse a explicar que si no hay Juegos Olímpicos en España no es por culpa de Aragón. La comunidad y su presidente aceptaron (Lambán un poco a regañadientes) cohesionar y hacer más país (España) presentando una candidatura olímpica que aunara dos territorios, uno de ellos Cataluña, que estaba en el punto de mira internacional por el independentismo. Pero eso se frustró porque el Gobierno central y el COE de Alejandro Blanco se echaron en brazos de Cataluña, y Aragón era la comparsa.

Es un gran desgaste volver a explicar el papel de Aragón en esta película, pero no quedará más remedio si sigue el guion establecido hasta ahora. Al final, se descubrirá quién es Blanco.