El Periódico de Aragón

El Periódico de Aragón

Tercera página

Decrecer para sobrevivir

Disponemos de un máximo de 27 años para ir abandonando los combustibles fósiles

La Unión Europea (UE) nos propone terminar con las emisiones de gases de efecto invernadero (GEIs) en el año 2050 para poder frenar el calentamiento global y evitar una subida de la temperatura media por encima de 1,5 º C, o en el peor de los casos de los 2 º C. Y a sabiendas de que no solo la UE, sino también el conjunto de países desarrollados deberían tomar la misma decisión para lograr ese objetivo común.

Disponemos en consecuencia, de un máximo de 27 años para realizar esa Transición energética, abandonando los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) y acomodándonos a la producción de energías renovables que podamos alcanzar en dicho periodo. Esa transición no parece que esté ya planificada (al menos, no la conocemos) para todos y cada uno de los sectores productivos (industria, transportes, agricultura, alimentación, construcción, movilidad ciudadana, etc.) ni establecido el ritmo en que debiera producirse ese decrecimiento energético, ni los condicionamientos necesarios para que esa transición sea socialmente justa.

Se nos ocurren algunas reflexiones elementales (con la cuenta de la vieja) de cómo podría plantearse, desde nuestra posición de simples observadores, que no podemos dominar todos y cada uno de los problemas de cada sector productivo, y que exponemos a continuación:

En primer lugar, se debería decidir ya el ritmo de disminución anual del consumo de dichos combustibles fósiles , bien a un ritmo fijo lineal o bien variable, en varias etapas. Imaginándolo por ejemplo, en dos etapas: con una primera de 2023 a 2030 (7 años), como un periodo de iniciación, moderado, y de sensibilización de toda la sociedad, por ejemplo a un ritmo del - 2,50%, en el que cada año se redujese el equivalente de ese porcentaje del consumo actual (C 2022) , con lo cual, llegaríamos a 2030 con un consumo energético reducido en (0,025 x7= 0,175) . Es decir, habríamos reducido un 17,5 % el consumo inicial de 2022.

En la segunda etapa, de 2030 a 2050 (20 años) habría que reducir con un ritmo más elevado. Partiendo ya de un consumo de 0,825 (C 2022) una reducción anual equivalente del 4,125%, nos llevaría a alcanzar en 2050 el consumo cero de los combustibles fósiles. Habría que sensibilizar a la población ya, desde el primer momento (2022), de la necesidad de ese sacrificio ineludible y la acomodación progresiva a las nuevas situaciones para mantener unas condiciones climáticas lo más parecidas posible a la que habíamos disfrutado antes de la toma de la decisión de frenar el calentamiento global.

Ese periodo de 27 años permitiría amortizar una parte significativa de las inversiones realizadas en el actual sistema productivo, de tal forma que los daños económicos fueran mucho menores.

Y en ese mismo periodo, a partir de 2022, todos los esfuerzos de la investigación científica deberían dedicarse al planteamiento de la vida y la economía en esas nuevas condiciones de menor disponibilidad energética (prácticamente solo de las energías renovables) y olvidar la presunción de un crecimiento constante, pues nuestro planeta Tierra no lo puede soportar.

Los que pertenecemos a la generación de los años 40 del siglo pasado podemos asegurar (a pesar de las duras limitaciones que impuso la guerra de España, tras la rebelión militar y la dictadura franquista) que se podía sobrevivir (hablando de la vida material), y estimamos que se podrá seguir viviendo sin grandes problemas, si realmente la transición energética es realmente justa y se logra frenar el calentamiento global. Por supuesto que la nueva sociedad tendrá que ser mucho más sobria que la actual.

El tiempo apremia, pero nuestros políticos no hablan habitualmente de la espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas, las de nuestros hijos, y de las futuras generaciones. En la prensa del pasado 1 de junio –EL PERIÓDICO DE ARAGÓN– nuestro presidente, el Sr. Lambán, apostaba por una reducción de los gases de efecto invernadero del 40% en 2030. Ojalá sea así, pero queda claro que será responsabilidad de nuestra clase política –española y europea– si realmente no se inicia la transición, ni se culmina, en el intermedio adecuado. El tiempo de reacción es cada día más corto.

Nota final: Hemos tomado prestado el título para nuestro artículo, del libro de J. A. Cuesta Martínez, Decrecer para sobrevivir (2019), porque coincidimos plenamente en la filosofía que contienen esas tres palabras, para intentar abordar el gravísimo problema que tenemos que solventar entre todos: gobiernos y ciudadanía.

Compartir el artículo

stats