El Periódico de Aragón

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Juan Bolea

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Juan Bolea

El amigo Biden

Los últimos presidentes norteamericanos no habían tenido a bien visitar in situ España, aliada suya y, sobre el papel, pieza clave de la nueva geoestrategia para dominar el Mediterráneo, de Algeciras a Estambul, como en el verso de Serrat.

Ni Barack Obama (quien apenas estuvo unos minutos en la base de Torrejón, despachando a modo de apretón de manos con nuestros líderes mientras repostaba el Air Force One) ni tampoco Donald Trump distinguieron a los españoles con su dignidad presencial (en cambio, sí lo hicieron con otros países y aliados europeos), pero he aquí que Joe Biden ha venido a compensar ese vacío.

No ha sido, sin embargo, la suya, ni mucho menos, una visita bilateral, pues se ha producido en el marco de una reunión multitudinaria de la alianza militar OTAN; pero el Gobierno español, astutamente, la ha distinguido desde el punto de vista protocolario, como si de un encuentro cara a cara y de igual a igual con Pedro Sánchez se tratase.

De las conversaciones en Madrid entre ambos presidentes han surgido planes y acuerdos. Entre ellos, la conveniencia de reforzar las dotaciones de la base militar de Rota, en Cádiz, anticipándose a lo que en un futuro inmediato pudiera pasar con Putin y sus armas atómicas y nucleares.

A fin de mejorar el escudo antimisiles, Biden ha prometido a Sánchez otros dos destructores y medio millar más de marines dispuestos a vigilar el estrecho de Gibraltar y las costas de Marruecos, aliado común, como si de la mismísima entrada a Nueva York por el Hudson se tratara. Entusiasmado por semejante incremento de la marina norteamericana en las costas españolas y por la transformación de Rota en un nuevo Pearl Harbour, nuestro presidente ha dado asimismo las gracias al amigo Biden por enviarnos, además de submarinos y cruceros de guerra, barcos mercantes cargados de gas licuado para nuestras viviendas y empresas.

Un nuevo plan Marshall, en definitiva, que ayudará a que los españoles se sientan mucho más seguros y mejor atendidos con respecto al suministro de electricidad. Otra cosa serán las facturas, pero Wall Street podrá ayudarnos con líneas de crédito, y siempre nos amparará el recurso de vender algunas de las pocas empresas públicas que nos quedan a millonarios yanquis.

Menos mal que están ellos…

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