El Periódico de Aragón

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Sergio Ruiz Antorán

Sálvese quien pueda

¿se imaginan a alguien que nunca ha conducido subirse a un Ferrari para dar una vuelta por Motorland? ¿Y ese que con una tirita quiere operar a corazón abierto? La inexperiencia y la soberbia llevan a muchos incautos, cada vez más, a cometer la imprudencia de subir el Aneto sin respetar el medio, con material deficiente y sin medir sus fuerzas ni las consecuencias. Los rescates, doce en el último fin de semana en el Pirineo, empiezan una peligrosa escalada en verano porque el nuevo montañero vanidoso no ajusta sus virtudes a la altura de sus retos. El alto coste y pago en estos casos es un debate que se anima como el aluvión de neófitos al monte. ¿Se imaginan que se decidiese cortar de raíz este grupo de rescate y sálvese quien pueda?

Escarrilla, Canfranc y diez núcleos de Ribagorza se despiden de sus Puntos de Atención Continuada, cierre preavisado en el confinamiento. Los mortales de las montañas tendrán que salir al pueblo grande o a la capital diminuta a ser atendidos de sus achaques y enfermedades porque, dicen, faltan médicos. Sin helicóptero que les auxilien.

Esta decisión llega en el momento en el que más personas están por estos valles, cuando la casa de la familia se airea, llegan más turistas y, no se olviden, los que aquí vivimos, los que mantenemos esto abierto todo el año, no nos evaporamos. Algunos sitios multiplican por tres y por cuatro sus habitantes con las vacaciones. Esa circunstancia provoca que los cierres sanitarios suenen a absoluta contradicción.

A eso añadan que después de lo sufrido, de los aplausos a la Sanidad Pública, del sacrificio de tanto profesional raso, de la despedida de seres queridos, tomar esta medida debe justificarse bien, no sólo porque no hay vocaciones, como los cambios en los transportes de urgencias al hospital de referencia, normalmente a una carretera sinuosa de distancia.

Otra razón hiere más. Porque estas localidades pequeñas son hogar de esos mayores a los que la asistencia se hace más esencial y cercana, que suelen aguantar recursos municipales, comarcales y provinciales de traslado social.

La tendencia a eliminar servicios básicos de las áreas rurales choca con el llamamiento a irse al campo. ¿Quién va a querer ir a un lugar donde no hay un médico si tienes una urgencia? ¿Quién va a aportar niños donde no hay pediatra ni matrona? Todos, hasta los imprudentes del Aneto, tienen como iguales derecho a ser rescatados por una sanidad buena, gratuita y cercana. Porque nuestra vida no tiene precio. La cuestión es otra, quién debe pagar esa cuenta en desequilibrio.

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