El Periódico de Aragón

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Daniel Gascón

La cumbre: óleo sobre lienzo

Siempre hay alguno que refunfuña, pero yo insistí a mis compañeros en que este grupo de visitantes no era peor que otros de los que hemos tenido anteriormente. Era más homogéneo, como un viaje organizado de familiares o jubilados de un pueblo pequeño, que es a lo que más se parecía. En ciertos casos tenían un interés particular en nosotros, porque a fin de cuentas también contábamos su historia. Alguno se miraba y pensaba que habría podido convertirse en uno de los nuestros, lástima del tiempo. Otros respiraban aliviados: los filtros de Instagram disimulan mejor la idiotez o la mezquindad que un buen cuadro. Claro, alguno se quejaba: ¿cómo no iba yo a estar contento, siendo el literal poster boy, arte y parte, retratista y retratado, etc.? Los veíamos pasar, cuchicheando, y los diálogos que percibíamos eran más de Beckett que de Calderón, más de Pinter que de Lope. Primero llegó la pareja, ella de rojo, él nervioso: hay división de opiniones acerca de si es un buen líder, pero como azafato no tiene precio, ya lo dice su Gran Inquisidor. Todos estaban contentos de alejarse de la política doméstica: como fuera de casa no se está en ninguna parte. El español podía olvidarse de lo que votaba su partido con Bildu, el británico se detenía, como gran embustero fingía perderse espontáneamente entre los cuadros. Macron besaba a su mujer, cómo son los franceses, que tíos, y el americano se entusiasmaba tembloroso. En las redes decían que éramos un marco incomparable. Los cortesanos celebraban que el presidente hable inglés: esto impresiona mucho a los españoles. Que haya una lengua común en el exterior es una ventaja innegable. Permite ahorrar en traductores fuera y destinar ese presupuesto a intérpretes de lenguas cooficiales y asimiladas en el Congreso y en el Senado. Una delegación del socio menor del gobierno se fue a Estados Unidos a hablar con un subsecretario, mientras los dirigentes de todo el mundo charlaban debajo de nosotros. La cumbre era histórica, designaba el enemigo urgente (Rusia) y el adversario futuro (China) y cualquiera pensaría que las decisiones las tomaba España, como en mi época. Algunos se inquietaban: destinar un 2% del PIB en defensa les parece militarismo, colonialismo, etc. A mí me alarma menos, porque son cosas que se dicen. Rajoy hizo la misma promesa: el compromiso es de 2014, en 2017 dijo Rajoy que se cumpliría en 2024, en 2018 Sánchez dijo que asumía el compromiso de Rajoy. Ahora anuncia que en 2029 habrá un gasto del PIB del 2% en defensa, algunos celebran el compromiso vibrante y una parte de la izquierda denuncia el viraje belicista. Nosotros nos preocupamos por los nuestros: el Torico tiene crisis de identidad y el museo Reina Sofía y el Congreso de los Diputados no encontraban el cuadro de El abrazo.

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