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Jesús Jiménez Sánchez

El artículo del día

Jesús Jiménez Sánchez

¿Adoctrinan los libros de texto?

Los volúmenes han de adaptarse al currículo y no son ni deben ser la única fuente de referencia

El libro de texto es un recurso más. No el único. Y los hay de todos los colores. Solo deben respetar el currículo oficial. Además, los eligen libremente los docentes. Quienes dicen que adoctrinan, así, sin matizar, ¿no creen en la autonomía de centro? ¿No se fían de la profesionalidad del profesorado?

Adoctrinar sí que se adoctrinaba en la dictadura. En todos los escenarios. En la escuela, por supuesto. Eran los tiempos de la enciclopedia. De las lecciones patrióticas. De la leche en polvo. De la estufa de leña. De los castigos corporales. Del nihil obstat en los manuales escolares. Casi el único recurso disponible en las aulas. Para adoctrinar en el pensamiento único. Pero ese tiempo ya pasó. Queda muy lejos. Aunque algunas informaciones recientes vengan ahora diciendo que los actuales libros de texto adoctrinan. ¿A quién? ¿Al alumno? ¿O también al profesor que solo lleva en su clase un único libro de texto?

Unas cortas reflexiones para intentar poner las cosas en su sitio sobre los actuales libros de texto.

Primera, que técnicamente son buenos. Algunos, muy buenos. Desde luego, de bastante mejor calidad que los de otros países próximos al nuestro. Buena encuadernación. Excelentes infografías. Papel satinado en algunos casos. Maquetación clara y equilibrada. Algo más discutible el lenguaje empleado. En bastantes casos, no adecuado al nivel de compresión del alumno. Párrafos crípticos, en ocasiones, por aquello de ajustarse a la doble página para cada tema.

Segunda, que pueden contener errores. Evidentemente, como cualquier otro libro. Los contienen, seguro, en varias áreas y materias. Unos, ideológicamente «intencionados». Otros, simples fallos u olvidos por descuido. En todo caso, esos errores serán achacables a los autores que los firman. O a la editorial que lo publica. Solo a ellos.

Tercera, que los contenidos varían de unos a otros. Sobre todo, en la forma de enfocarlos. Hubo un tiempo en el que algunas editoriales tiraban dos ediciones diferenciadas: la «clásica» para el profesor tradicional y la «moderna» para el más innovador. Pero todos, sin excepción, están obligados a atenerse al currículo oficial. Que fija cada comunidad autónoma respetando las enseñanzas mínimas estatales. Si no es así, la responsabilidad correspondería al propio gobierno regional. Las editoriales solo tienen capacidad de interpretar o ampliar ese currículo. Eso sí, puede haber matices en esas «interpretaciones». Nada es neutral. Y menos, en temas tan sensibles como la historia próxima, en el tiempo y en el territorio.

Cuarta, que ya no existe autorización previa administrativa. Eso era en otros tiempos (Decreto 2531/1974). Pero eso cambió en el año 98 (RD 1744/1998), con Aznar de presidente y Esperanza Aguirre de ministra de Educación. Desde entonces, la supervisión de los libros de texto y otros materiales curriculares constituye parte del proceso ordinario de inspección que ejerce cada administración educativa. Así lo recuerda la última ley orgánica (LOMLOE, adic. 4ª). Comprobar si contienen errores y si se atienen o no al currículo oficial, corresponde, por tanto, al servicio de inspección dependiente de la consejería de educación de la respectiva comunidad autónoma.

Quinta, que los elige el profesorado de cada centro. Concretamente, el claustro o el equipo docente de ciclo o departamento. En el ejercicio de su autonomía pedagógica. Y es de suponer que, entre tanta oferta editorial, se adoptará el libro y material curricular más adecuado. Que se tendrá en cuenta el contexto y el proyecto educativo del centro. La programación didáctica. El nivel medio del alumnado. Y que la adopción de un determinado texto se realizará comunalmente entre los componentes del equipo docente.

Y sexta, que no son (ni pueden ser) el único recurso didáctico. Existen otros muchos en el centro y en el aula: tabletas y portátiles individuales, pizarra digital, biblioteca de clase, etc. Se utilizan. En unas aulas más que en otras. Hay profesores innovadores que nunca siguieron un único manual escolar. Ni siquiera en épocas pasadas, cuando no se disponían de los actuales medios digitales. Si acaso, utilizaban textos de varias editoriales y la biblioteca escolar. Además, aprovechaban el entorno próximo, un recurso tremendamente valioso. Como pusieron de manifiesto Freinet, Kilpatrick, Alfieri, Ciari, Tonucci, etc. El pueblo y la ciudad también educan. Y ahí está el enorme potencial de las redes.

El libro de texto escolar realiza una determinada selección cultural. Cierto. Pero debe atenerse a un currículo oficial. Si no es así, existen mecanismos correctores. Para evitar manipulaciones y sesgos etnocéntricos o sexistas, por ejemplo. Ni está para adoctrinar ni pudiera hacerlo con éxito, aunque lo pretendiese. Solo tendría cierta capacidad de «adoctrinar» si sus textos y mensajes fuesen la única fuente de referencia para la enseñanza y el aprendizaje. Pero la realidad actual ofrece muchas otras posibilidades. Tanto a los profesores como a sus alumnos. Que no están obligados a seguir al pie de la letra un libro de texto. Y mucho menos, un único libro de texto. Eso era en otros tiempos. ¿O no?

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